Pueblo

Cuidado. Los setentistas resisten. Y son peligrosos. Ofensivos. Quieren decirle siempre chau a los 90. Nunca más. Y apuestan al arte y a la estética. Y al buen gusto. Desarrollan actividades en favor de los derechos humanos. Y los defienden contra todo y contra todos. Y ayudan a los que menos tienen. Están junto a ellos. Tienen un fuerte compromiso social. Son revoltosos. Son atrevidos. Son locos. Y como los locos de Serrat, en Cada Loco con su Tema, prefieren la razón que la fuerza, el instinto que la urbanidad y y un sioux más que el Séptimo de Caballería. También prefieren más bailar a desfilar y disfrutar a medir, aunque, cuidado, también prefieren ganar a perder. De todos modos, el mayor encanto está en la lucha, aun si es desigual. Y siempre optarán por la revolución, antes que por las pesadillas.
Contra los poderes mediáticos y el poder del dinero, siguen creyendo que se puede.
Buena parte del pueblo sigue votando por ellos, aun contra el mensaje hegemónico y utilitario, que realmente está nervioso.
Eso sí, nunca defraudan. No hay fraude posible si se juega con libertad.
Algunos vaticinaban en la tapa de los diarios que no iban a durar. Y sin embargo llegaron más lejos de lo pensado.

Cuidado. Los setentistas resisten. Sí, claro...Huracán hace volver al Huracán del 73. ¿O pensaban que hablábamos de otra cosa...?

El Huracán de Cappa le da rienda suelta al juego, en libertad. No defrauda en su propuesta. Buena parte del pueblo futbolero, la mayoría, lo elige, aun contra el mensaje hegemónico, mediático y utilitario que estaba agazapado, esperando que no le de el piné, que no llegue. En este caso, no decían que iba a durar seis meses,-como aquella tapa patricia-, pero sí que con esa preparación física de darle unicamente a la pelotita no iban a durar ni cinco partidos.
El Huracán de Cappa resiste contra los poderes del dinero. De hecho es uno de los que encara el campeonato con menos presupuesto y ya dejó abajo a casi todos los poderosos.
Es un equipo que siempre opta por la revolución de tocar y jugar antes que por la pesadilla del miedo. Claro que sus futbolistas prefieren bailar a desfilar, y disfrutar a medir. Pero también ganar a perder. Sino, no estarían dónde están. Aunque Huracán demuestra, tanto como su principal contrincante, que jugando bien es más fácil ganar.
Es un equipo atrevido, instintivo, que apuesta, efectivamente, más a la razón que a la fuerza. Y que nunca se rinde. Siempre cree que se puede, aun contra los poderes mediáticos,-que están nerviosos-, y los poderes del dinero.
Este Huracán, setentista, no tiene al "loco" Houseman. Pero sí al "loco" Defederico. Y él, con Pastore, son los más atrevidos del barrio. Revoltosos. Joden con el arte y la estética. Son peligrosos. Pero con buen gusto.
Y sí, también los jugadores de Huracán desarrollan actividades por los derechos humanos. Impulsados por un técnico que se exilió por la dictadura, mientras ganaban y ganaban partidos sus futbolistas también se hicieron tiempo para visitar el Museo de la Memoria en la Esma, acompañar a los chicos del Garraham con juguetes, ayudar a los asentamientos carenciados de Parque Patricios. Siempre se hacen el tiempo y el lugar para el compromiso social. Por eso, y por el juego, y por hacer llorar de emoción a los que soñaban con la vuelta del 73, para decirle chau a los 90 (cuando el club casi desaparecía), ya son campeones de todo, aunque falte una final.
Afortunadamente para Huracán, en el domingo decisivo tendrá un rival de armas limpias, que no hace trampa ni tira la pelota afuera, ni llora fraudes, que sabrá ganar y sabrá perder, un Vélez que no mancha ni la pelota, ni la maltrata, ni embarra la cancha, con un conductor serio, medido y sin contradicciones, transparente, sin tatuajes, como "El Tigre" Gareca. Y que también tiene Maxi atrevidos y ojos de buen Cubero.

Sepa el pueblo dónde está el mejor juego. Y que gane el mejor.

26/29

Hace 31 años, un lunes 26 de junio, las calles de Mar del Plata, Buenos Aires y todo el país todavía desbordaban de júbilo. El maestro Osvaldo Bayer, en Fútbol Argentino, habló "de una bocanada de aire en medio de tanta muerte". Desde que horas antes Argentina había vencido a Holanda por 3 a 1 en la final del Mundial de fútbol, se había desatado una fiesta multitudinaria, una especie de desahogo, en verdad, en medio de tanta opresión. Sólo el fútbol nos permitía juntarnos, celebrar, darnos un momento de alegría. Pero, a poco de avanzada esa tarde del lunes 26 de junio de hace 31 años, volvían "...el señor cura a sus misas / y el avaro a las divisas/", como canta Serrat. Los héroes del fútbol nos habían permitido esa alegría. Pero se había terminado la fiesta. Los brillantes seguían desapareciendo, Astiz seguía haciendo "inteligencia", torturando y matando, Martínez de Hoz continuaba en su trabajo de empezar el desguace de la industria y el Estado que después "se perfeccionó" en los 90... Subían los militares a los colectivos, no sabíamos si todos continuaríamos el viaje, y ya no podíamos abrazarnos unos con otros, como en los festejos de los goles de Kempes. "Circulando/ circulando...", volvíamos a escuchar. Súbitamente recordábamos que estábamos en Estado de sitio. Que aquello había sido un "dulce"... No se podía manifestar ni protestar, ni podía haber reuniones de más de dos o tres personas... Y las urnas estaban bien guardadas. El Estado de sitio, como una pesadilla, volvió por unas horas varios años después, en las plazas del 20 de diciembre de 2001. Ese rato, y ese cúmulo de irresponsabilidades, se cobraron decenas de muertos...

"Cuando el fútbol tapó todo...", canta León Gieco sobre aquellos días del 78. Paradójicamente, ahora el fútbol nos sirve para avivar la memoria...

Alumbré al voto, con 18 años, en esa inolvidable primavera del 83. Pero había estado en la tribuna popular que da al Río de la Plata en aquella tarde plomiza del 25 de junio del 78. Silbé al dictador, me mezclé en el júbilo en las calles de Buenos Aires, me abrigué en mi bandera argentina en el helado vagón clase turista en el tren de la madrugada a Mar del Plata. Llegué a horario al colegio, a la Escuela Nacional de Comercio, esa mañana, pero no hubo clases. Por un rato, hubo permiso para el caos y el desorden... Al otro día, el martes 27, ya volvimos a formar como militares, tomando distancia con el brazo hacia adelante...

Este lunes, el 29, el del día después de lo que no debe olvidarse que es una fiesta cívica (que por aquellos días no nos permitían), seguramente no habrá celebraciones. Cada uno continuará con sus problemas, nos seguiremos cuidando de la gripe, algunos comerán ñoquis, empezaremos a hablar de Vélez - Huracán y de la revancha de Estudiantes... Pero será en un país normal (seguirá siendo emergente, inmerso en una crisis global), no habrá Estado de sitio, ni prohibición de reuniones, ni formaciones marciales en los colegios, los medios y sus periodistas -incluso los "republicanos puros"-, podrán decir lo que les plazca...

Esos recuerdos de aquellos días, que nos trae la pelota, nos llama a no banalizar el voto, ni dejar de respetarlo. A no permitir la irresponsabilidad apocalíptica de que nos hagan creer que todavía estamos en aquella primera "década infame". Quédense y quedémonos tranquilos si hacemos memoria y cuidamos cada uno nuestro voto como algo sagrado. Ya no vivimos en aquel país que algunos añoran. En este país, en el que la pelota no se mancha, el voto siempre será, deberá ser, algo positivo.

Sobre el trabajo y la pereza

Angel Cappa, el entrenador de Huracán, el equipo que actualmente juega mejor al fútbol en Argentina, y que ahora quedó primero y definirá el Clausura con Vélez, dice que con cualquier táctica o postura táctica se puede ganar. Y es rigurosamente cierto. También apela a la figura de los números telefónicos, heredada de su "maestro", César Luis Menotti, para referirse a los abusos con los cuales se apunta cómo se paran los equipos. Si con un 3-3-3-1, un 4-4-2 o un 5-4-1...

Dice bien Cappa, con cualquiera de esas fórmulas o números telefónicos se puede ganar, entre otras cosas porque esos números son personas y esas personas son futbolistas, de los cuales depende, antes que nada, jugar o no mejor que el rival o a lo sumo meter la pelotita en el arco de enfrente.

Sin embargo, Cappa no dice toda la verdad, o se guarda una parte, quizá para no pecar de excesivamente dogmático. Pero esa parte que falta, el resto, lo dice su equipo en la cancha. El podrá decir que con cualquier táctica se gana y que no hay que darle tanta importancia a esos números telefónicos, pero sus equipos, y este Huracán específicamente, siempre, siempre, rigurosamente, juega con línea de cuatro en defensa y con tres volantes, y a lo sumo, por las características de sus dirigidos, las fluctuaciones pueden pasar a dos o un enganche, dos o un delantero.

Pero no sólo él habla a través de los hechos y de sus equipos. También Ricardo Gareca, el técnico de la otra divisa que puede ser campeón, y Luis Zubeldía, el entrenador del Lanús que sacó más puntos que ninguno en la temporada. Y también los técnicos de los ocho equipos que llegaron a las instancias finales de la Liga de Campeones de Europa, hoy la meca del fútbol de clubes. Y los de España y Brasil, seleccionados candidatos a ganar la Copa de las Confederaciones en Sudáfrica, antesala del Mundial, y el de Italia, eliminado en esta Copa, pero actual campeón del mundo. Todos éstos deciden pararse con línea de cuatro. Después entrarán a jugar los matices. De si un equipo hace adelantar a los dos laterales peramanentemente, como Barcelona, o si avanzan con uno solo alternativamente (como ocurría con el Boca multicampeón de Carlos Bianchi) o si se adelanta un zaguero (como hacía Passarella en la Selección Argentina de Menotti).

Pero la conclusión es que la línea de cuatro es un punto de partida que ya ni se discute en el fútbol de hoy en el mundo. Solo aquí retrasan los relojes, como en otras cuestiones que tienen que ver con la política (cuando el mundo reivindica al Estado, aquí algunos lo demonizan, justamente los que menos estudian y trabajan...). Pero la mentira instalada mayor aquí no es precisamente que la línea de tres es efectiva o una alternativa válida o que es "moderna" (discutible por cierto, es a todas luces antinatural y el ancho de la cancha es siempre el mismo), lo peor es que se afirma que es "más difícil" y que requiere "más trabajo". Por ejemplo, se critica a la Selección no porque juega con línea de tres sino porque lo hace "sin tiempo para trabajarla". Una falacia, justamente de los que se jactan de que en el fútbol "hay que trabajar". La línea de tres es un signo de pereza intelectual. Y estamos en condiciones de contar, porque nos consta, lamentablemente, que los técnicos de inferiores, algunos en Mar del Plata y en otros puntos del país, hacen ahora jugar a los pibes con línea de tres "porque lo entienden más fácil: 'Vos jugá libre y ustedes dos marquen a los dos delanteros, y listo ...'".

Ahí empiezan algunos de los males que hoy padecemos en el fútbol argentino. La pereza intelectual, la falta de capacidad de docente, que viene ya de los técnicos de inferiores. Por eso: basta de mentiras y eufemismos, mostrémosles la verdad a los pibes, no embarremos la cancha. No es lo mismo jugar con línea de tres que con cuatro. Se puede ganar, eventualmente, con cualquier táctica (y una cuestión circunstancial, la falta de jugadores de determinadas características, puede "obligar" a poner línea de tres) pero, "casualmente", los que hoy ganan y lideran en el mundo lo hacen con línea de cuatro, marcación zonal "que se trabaja", laterales que se proyectan, dispositivos clásicos, y futbolistas del medio hacia adelante que crean, en un contexto de orden, para los delanteros.

Algo parecido, con mentiras instaladas como verdades, ocurre con la preparación física... Huracán, está visto, "no se cayó" a la quinta fecha, como decían algunos gurúes (también los hay en el fútbol) por no hacer pesas ni usar chalecos lastrados en la pretemporada o por entrenar sólo con pelota... Pero ése es otro tema.

Vasos

Del medio vaso vacío y el medio vaso lleno se habla mucho por estos días. Una cita que lanzó, más precisamente, el ex presidente Néstor Kirchner, en referencia a todo lo que se hizo en Argentina en este tiempo de "reconstrucción" y todo lo que queda por hacer. Y a como quedó la Argentina en 2001, después de la entrega y el saqueo; y a todo lo que se hizo, sobretodo a partir de 2003, "para salir del infierno".
Del medio vaso lleno y el medio vaso vacío se habla mucho por estos días. Vale la figura para aplicarla también a este Aldosivi que ayer se despidió de la mejor campaña desde el regreso a la máxima categoría del ascenso en el fútbol argentino, pero que, paradojicamente, lo hizo de la peor manera, con una dura caída por 3 a 0 como local ante Unión.
Justamente hace exactamente una rueda Aldosivi se imponía a Unión, un "histórico" de la divisional, en Santa Fe, por 1 a 0, con mayoría de jugadores,-siete en cancha-, del Proyección Juvenil, de la cantera del club, del proyecto "revolucionario" que llevó adelante Alberto Valastro, que motorizó Andrés Rebottaro,-el técnico que llevó a Aldosivi al ascenso y el mismo que condujo futbolisticamente este tiempo de transición-, y que ahora controla Alejandro Giuntini.
Con aquel gol de Gonzalo Scoles en Santa Fe se completaba la mejor cosecha de puntos (30) en un semestre de Aldosivi en la B Nacional. Marca muy buena para los objetivos fijados, justamente esa política de transición, con la meta de consolidarse en la categoría. Mucho más de lo esperado aun se obtuvo a comienzos de este 2009, con la llegada de Matías Gigli y Mariano Campodónico, para potenciar esa base.
Pero se creyó que Aldosivi contaba con más de lo que realmente tenía. Y, además, se quedó en el momento álgido del campeonato sin su mejor futbolista, el que le podía dar volumen de juego, Elvio Martínez.
Vino la debacle. Faltaron argumentos para el tramo final del campeonato. Se persistió en algún error táctico que costó partidos claves (la "bendita" línea de tres) pero quedó la sensación que hasta ahí daba Aldosivi.
Paradoja del destino, en la función de despedida, cuando el técnico quiso poner el equipo que más siente y que más le gusta, con el dispositivo clásico, con cuatro defensores (también producto de las ausencias), tres volantes y un conductor, todo se trastocó a último momento porque la "ola" de gripe afectó casualmente al conductor en tren de regreso, Elvio Martínez, y a sus dos posibles reemplazantes, Rodríguez Rendón y Alfredo Ramúa.
Al cabo, más allá del 4-4-2 alternativo y las posturas, lo que se paró en la cancha no fue ni siquiera una sombra del Aldosivi de comienzos de año. El aspecto anímico ya había dado un golpe irreversible. Las oportunidades perdidas cuando los rivales todavía le daban chances de promoción, y el mal de ausencias del final, habían causado un duro efecto. El equipo de Mar del Plata, herido en el corazón y en la cabeza, fue superado rapidamente por Unión (ese mismo Unión que había sucumbido ante los pibes de Aldosivi en Santa Fe) y a los 7' del segundo tiempo ya la historia estaba terminada. Increiblemente, el mejor hombre de la temporada, el arquero Pablo Campodónico, se contagiaba de la desazón y cometía un triste "blooper" al tratar de salir jugando, lo que fue aprovechado por César Pereyra, quien ya había convertido también el segundo tanto.
Final del juego. Ahora habrá que ver cuál es el futuro. Lo ideal sería que los hombres que se encargaron de la "reconstrucción", Alberto y Adrián Valastro, continúen. (Sería una picardía que no pudieran terminar lo que empezaron, aunque si tomaran otra decisión dejarían a Aldosivi mejor que como lo encontraron).Y que se sumen otros, si es posible. Que Rebottaro y Giuntini sigan haciendo su trabajo de base y docencia, aunque también esten capacitados y experimentados para la primera y el desafío del ascenso, si es que así lo quisieran y se lo pidieran. Ellos, o el técnico nuevo que llegue, que puedan traer sus jugadores para sumar a esta base, que puedan armar su equipo, en la defensa de una idea clara y sin "versos" ni excentricidades tácticas. Ya bastante mal nos fue con técnicos "poco serios" o "del ascenso", que van por "el puntito".
El cierre de ayer, el lapidario 0-3, el equipo sin corazón, cabeza y juego; más las oportunidades perdidas y las cuatro últimas derrotas consecutivas, fueron el medio vaso vacío. Pero, grata sorpresa, el público supo valorar, al final del partido,-que fue el cierre de la campaña-, el medio vaso lleno. Hubo aplausos y aprobación, por el esfuerzo, por la marca histórica, por los pibes, por haber llegado hasta la última fecha con posibilidades de ascenso, por la "reconstrucción"... Un signo de madurez y de memoria, siempre saludable y bienvenido.

Hubo un planteo, falta una idea

Argentina fue muy criticada después de haberle ganado a Colombia, por las eliminatorias para el Mundial de fútbol de Sudáfrica. Y recibió algunos elogios, quizá demasiados, tras haber perdido con Ecuador cuatro días más tarde. El resultado, por lo que se ve, entonces, no es lo único, como pregona el hoy el secretario técnico de los seleccionados nacionales.

Las verdades a medias pueden hacer las veces de una mentira: la Selección hizo en Quito un planteo "inteligente". Para defender. Para contraatacar. No para mantener el dominio del partido. No para administrar energías y la pelota, lo que más se aconseja en la altura.

Estamos hablando de Argentina. ¿Está bien quedarse con el elogio por el planteo defensivo de una potencia del fútbol mundial ante un equipo de segundo nivel?

Ese elogio, a secas, quedaría mejor si se tratara de alguna selección de algunos de los países "emergentes" en fútbol. Como Ecuador. O el propio Chile de Bielsa, que, de todos modos, fiel a la idea de su entrenador, va al frente en todos lados.

Pero Argentina no es ni Ecuador ni Chile. Es Argentina. Tiene otras obligaciones. Que no pasan únicamente por llegar al Mundial sino de ir a jugarlo con identidad y posibilidades ciertas de estar entre los cuatro primeros, lo que en la última Copa estuvo a una docena de minutos de conseguirse y que no se logró por caer en los penales ante otra potencia, nada menos que del país organizador. Importa llegar al Mundial, claro. Pero también el cómo.

Y cabe decir, después de esta última serie de dos partidos, ante Colombia en el Monumental, y frente a Ecuador en Quito, que hoy la Selección no tiene un patrón de juego, una idea, un concepto para imponer, más allá del rival y la circunstancia. Ganó el partido que debió haber perdido, jugando muy mal en River; y perdió el partido que pudo haber ganado (pero también perdido por más goles), jugando un poco mejor... al contraataque, que se supone que no es la idea que Maradona desea preservar para el equipo.

En el Monumental no hubo un solo "mano a mano" de un delantero argentino con el arquero rival. Y tuvimos tres atacantes, que, sumados, valen más de 200 millones de euros. El único gol lo hizo "el Cata" Díaz. Y todavía no se pudo descifrar el porqué de la extraña forma en la que se paró el equipo.

En Quito, ante enormes espacios y facilidades que le dio el achique de Ecuador hacia adelante en el primer tiempo, sí hubo algunos "mano a mano" pero no se pudieron ni se supieron definir. Después, en el segundo tiempo, la Selección retrocedió aún más y le regaló terreno y pelota al rival, lo que llevó a un final irremediable. En una y otra situación, con espacios y situaciones en el primer tiempo, "revoleando" la pelota para despejar como en el segundo, nunca o casi nunca le quedó la pelota al pie a Messi o Tevez, los cotizados delanteros, para que no tengan que disparar y ahogarse en el intento. Argentina no tiene armador de juego. Asistencias así, al pie, hubo justamente una entre ellos, de Messi a Tevez, y algo más les llegó por la presión de Fernando Gago, quien efectivamente fue el único futbolista con capacidad mínima de abastecer a los delanteros.

Pero es verdad que hubo progresos.

En lo colectivo, sólo para la coyuntura. Y hasta ahí. Para saber que se puede defender bien. Aunque no del todo bien. Porque se perdió.

Y progresos en lo individual. La ratificación de Andújar (aunque recibió dos goles) aporta algo más de certezas que el inactivo Carrizo. El par de inesperadas proyecciones de Heinze. La solidaridad de Maximiliano Rodríguez. Lo que aporta Zanetti. La mejoría de Gago, en una función algo más lógica que la del sábado. La promesa de Otamendi, quien igual falló en momentos decisivos (absolutamente entendible en un debutante, aunque estas instancias no son para probar y "hacer experiencia").

Se viene Brasil. Y el rival más deseado es hoy el más temido, porque efectivamente llega mejor. Pero en los clásicos no sirven los pronósticos. También llegaba un poco mejor Brasil al anterior choque en el Monumental y Argentina lo doblegó con "baile", claro que con la conducción de Juan Román Riquelme, quien esa noche hizo un golazo que abrió el partido y quien todavía hoy es goleador de la Selección en estas eliminatorias, junto con Messi y Agüero, aunque el 10 de Boca no jugó los últimos cinco partidos.

El gran choque es el 5 de septiembre. Faltan tres meses. El tiempo que tiene Maradona para definir a qué quiere que juegue la Selección, lo que aún no se sabe. Y después ver si lo puede plasmar en la cancha con los nombres que elige.

El día que la pelota no dobló

La pelota no dobló, efectivamente, aquel tórrido mediodía de junio de 1996. Daniel Passarella, el técnico de aquella Selección Argentina de fútbol, inmortalizó la frase: "acá la pelota no dobla". Y, efectivamente, ese día en el Atahualpa de Quito, la pelota no dobló. Pero sí se nos doblaron las piernas cuando intentamos subir las escaleras del estadio hacia los pupitres de prensa. Había que pasar entre la multitud, subir entre la gente, como en el viejo San Martín, por ejemplo. Pero no entre plateas. Entre una popular atiborrada de espectadores. Tan apretados subimos, que cuando bajamos, al cabo del 0-2 en contra, teníamos 400 dólares menos en los bolsillos.

Pero antes de eso, un cóctel revulsivo: la falta de aire por las escaleras y la altura; el sol embriagador del mediodía en un estadio, el Atahualpa, que es un olla; y el smog y la humedad de Quito en el punto más alto. Cuando ya estuvimos ahí arriba, con las piernas dobladas y con menos aire que en La Paz,-veníamos de la derrota en Bolivia-, justo nos tocó un sector ubicado en línea recta hacia el vértice desde dónde Ariel Ortega lanzó los tiros de esquina en el segundo tiempo. La pelota nunca le dobló. Salió derecha y disparada. El cóctel revulsivo y la densidad de la atmósfera también afectaban la velocidad y la dirección del balón. Passarella tuvo razón. Y después de ese viaje "negro" en las alturas, vinieron viajes con más futbol y más alegrías, la Selección se recuperó y terminó primera en las eliminatorias para Francia 98.

Pero allí, dónde la pelota no dobla,-aunque en un horario más "normal", las 16 de Quito-, hoy volverá a jugar Argentina. Allí dónde la pelota tiene que estar siempre bien cerca o tratar de que corra siempre ella y casi nunca sus ejecutores. En Quito, casi o tanto como en La Paz, hay que administrar la energía y el aire, y es imperioso achicar la cancha,-esa olla-, hacia adelante o hacia atrás, pero siempre con la pelota al pie.

Para ello, ¿será la mejor elección apelar a dos volantes de largo trayecto como Maximiliano Rodríguez y Jonás Gutiérrez en los extremos? Eso, justamente, opciones hacia los laterales, es lo que faltó en la cancha de River el sábado, más allá de las corridas desenfrenadas y desordenadas de Jonás. Pero en la altura no hay que "disparar". Todo lo contrario.

Y es cierto, como dicen Diego y Bilardo, que parece que la pelota es parte del cuerpo de Messi. Por eso no debería faltar hoy, como en ningún partido de Argentina. Aunque bueno sería que le llegue la pelota al pie para ejecutar y no que tenga que bajar tantos metros para salir disparado y terminar yendo al choque. En la Selección no tiene a Iniesta y Xavi. Siguen sin ponerle interprétes de características similares para asistirlo. Quizá Fernando Gago, justamente el más castigado de los jugadores argentinos del sábado,-porque lo hicieron jugar en una extraña posición-, pueda ser ahora la "llave" para tener la pelota y distribuirla con criterio desde el medio hacia adelante. O una de las pocas alternativas.

Ese es el diagnóstico, para el partido dónde la pelota no dobla. Pero todo esto puede autodestruirse en cinco segundos a partir de las 18 de hoy. Ojalá, los que le insuman a una genialidad de Messi o a una "patriada" de Tevez. Ojalá que no, los que tarde una corrida de Ayoví para llegar hasta Andújar y definir. Cualquiera de esas dos situaciones o muchas otras parecidas pondrán en marcha la Dinámica de lo Impensado, siempre presente en el fútbol. Pero para la que también hay que estar siempre preparado, con orden e identidad de juego, dos atributos que todavía no tiene el equipo de Maradona. Por lo menos hasta aquí. Hasta hoy...

Otra vez un Daniel Alberto endereza el camino al Mundial

"El Cata" Díaz logró el gol de la victoria sobre Colombia por 1 a 0. Argentina no jugó bien, se vio dominado en gran parte del partido, pero se acercó un poco más a Sudáfrica.

En las eliminatorias de 1985, para el Mundial que después ganó Argentina, en este estadio Monumental se estaba complicando demasiado la clasificación hasta que un Daniel Alberto, Passarella, tomó "la lanza" y salvó al equipo elevándose hacia el cielo del partido con Perú y dejando a Ricardo Gareca para que empuje el balón sobre la misma línea de sentencia.
Ahora, catorce años más tarde, en el mismo escenario, tras la goleada vergonzante sufrida ante Bolivia, y poco después de un primer tiempo en el que el seleccionado argentino de fútbol fue dominado ampliamente por su par de Colombia,-y hasta sobrevolaron los fantasmas del "Tren" Valencia, aunque en este caso se trató apenas de un "montacarga" sin gol-, apareció otro Daniel Alberto para enderezar el camino hacia el Mundial de Sudáfrica, que ya se estaba complicando demasiado. Este Daniel Alberto es Díaz, "El Cata", que apareció por detrás de una jugada con pelota detenida, un centro impecablemente ejecutado por Verón, para el único gol de Argentina, en la victoria sobre Colombia por 1 a 0.
Antes y después la Selección de Maradona se vio maniatada por una Colombia que jugó mejor pero que no supo definir. Queda por preguntar a qué jugó,-a qué juega-, Argentina. Con tres defensores, tres centrales, el equipo de Maradona tuvo muchos problemas en los extremos, justamente lo que mejor explotó Colombia. Fernando Gago nunca hizo pie en una extraña posición como volante por derecha y debió ser reemplazado por Zanetti en el entretiempo. Argentina arrancó sin laterales. Colombia jugó con cuatro. Dos en posición natural de marcador de punta, Perea y Armero, y dos volantes de afuera que son también muy a menudo laterales, Zuñiga y Armero.
Por otra parte, Argentina jugó con tres delanteros a los que casi nunca les llegó juego. Y el resultado se sostuvo en el final por el alma de Mascherano,-que había tenido muchos problemas en el primer tiempo-, y por la entereza, la capacidad de recuperación y la presión de Verón. Pero el reprobado lo salvó un Daniel Alberto...Otro que nos acerca al Mundial cuando la brújula parecía perdida.

Sin manzanas

La semana pasada, en el término de tres días, el canal público de televisión, Canal 7, la Televisión Pública, emitió dos partidos de fútbol de diferente nivel, pero con un atractivo estético similar. En ellos se pudo ver, casualmente o no, al mejor equipo del mundo, Barcelona, y su exhibición ante Manchester en la final de la Liga de Campeones de Europa, y al equipo que hoy por hoy juega mejor en Argentina, Huracán, en la jornada en la que trepó a la punta del Clausura, al menos por un rato.
Por otra parte, bajo la línea federal con la que se concibe hoy el canal del Estado, en ese marco, el partido de Aldosivi de Mar del Plata del próximo domingo, ante Quilmes, también se podrá ver por el 7, para todos.

Al cabo, todo esto es un símbolo, que quizá, ojalá, pueda ser un adelanto de lo que se viene por el impulso del proyecto de la nueva Ley de Medios, que lleva adelante el gobierno nacional pero con un amplio espectro de respaldos de organizaciones no gubernamentales y de trabajadores del ámbito en cuestión. Fútbol de primer nivel para todos. O al menos una oferta más amplia de ese fútbol para lo que no pueden tener televisión por cable ni mucho menos pagar un codificado.
El fútbol es parte indivisible de nuestra cultura y, como tal, ocupa un espacio importante en la programación "revolucionaria" de Tristán Bauer, el titular de todo el Sistema de Medios en Argentina, el creador del Canal Encuentro (un lujo para los argentinos), también un feliz proyecto hecho realidad del gobierno nacional.

Lo cierto es que en tres días mucha pero mucha gente que en Mar del Plata y en todo el país, casi nunca o nunca pueden ver en su casa algunos de los clásicos más importantes del fútbol argentino, pudieron disfrutar esta vez de la consagración de Messi y compañía, observar un partidazo entre Barcelona y Manchester, con la bronca de Carlitos Tevez (quien muchas veces fue calificado como "el jugador del pueblo") y el viernes asistir comodamente frente a sus televisores al partido en el que Huracán, el equipo que juega el fútbol que le gusta a la mayoría de los argentinos, llegó a la punta, al menos por un rato. Y una "yapa", sin codificar: el hacedor de ese equipo, el técnico de Huracán, Angel Cappa, fue un comentarista de lujo en aquella transmisión de Barcelona - Manchester, por el viejo y querido Canal 7, que ya no corta manzanas. Y para todos.

Después de Tucumán, antes de tres finales

Aldosivi no pudo en Tucumán, aunque no estuvo tan lejos. Perdió ante Atlético por 1 a 0, en la noche del lunes, y sigue abajo de Belgrano de Córdoba e Instituto de Córdoba en su aspiración de llegar a la promoción para el ascenso a Primera A del fútbol argentino, a la vez que ya quedó definitivamente al margen del descenso directo, aunque a esta altura esa posibilidad solo era matemática.

Rapidamente se puede repasar lo positivo y lo negativo del paso por Tucumán. Para después sí pasar a lo que viene, que es definitivo, ya sin especulaciones posibles, en los últimos tres partidos del campeonato, ante Quilmes, Ferro y Unión.

Lo positivo es que una vez más se comprobó que el sueño no está tan lejos. Las imagenes de la televisión mostraron una fiesta multitudinaria, con el público de Atlético disfrutando que está al borde del ascenso. Aldosivi no fue mucho menos que Atlético en la cancha, tampoco a lo largo del certamen. Esa fiesta es posible en Mar del Plata, más temprano que tarde. Pero daría la sensación que, tanto en este partido puntual, como en la campaña en general, se perdieron oportunidades valiosísimas. Pero es positivo saber que Aldosivi está ahí, en el umbral, y que llegó hasta allí con una idea de transición, de proyección de jugadores del club que ya conforman la base del equipo.

Lo negativo es que estando tan cerca Aldosivi no pudo dar el salto de calidad. Si en este partido se hubiera soltado desde el arranque como en los primeros 20 o 25 minutos del segundo tiempo, quizá otra hubiera sido la historia. Casi una metáfora de toda su campaña. La pregunta es si con este plantel de transición, ¿estaba en condiciones de dar ese salto de calidad, de arriesgar sin red, de apuntar a algo más? Ahora, en los tres partidos que restan, no le queda más que tratar de comprobar si es posible.

Y en función de esos tres partidos decisivos que se viene para tratar de darle el "asalto" final a los cordobeses convendrá tener claro que el partido no solo se perdió porque Roselli no cerró bien ni hizo pie sobre la línea. A esa jugada se llegó porque una vez más, por el extremo derecho del ataque rival, Aldosivi tuvo problemas. El precio que tuvo que pagar en varios partidos de este campeonato por no jugar con marcadores de punta netos. Resignó eso para reforzar el medio, y eso quizá le sirvió para no quedar tan lejos ante los encumbrados, en trámites como los de Tucumán. Pero es como la historia de la manta que tapa la cabeza y destapa los pies o al revés. Y el problema de no jugar con dos laterales, además de dos volantes por afuera, no se limita a la cuestión defensiva (al fin y al cabo, Aldosivi no tiene tantos goles en contra en el campeonato) sino que implica no explotar convenientemente los extremos en ataque, que los jugadores que intentan generar juego no cuenten tantas alternativas de pase a los costados, que los delanteros aparezcan muchas veces de espaldas al arco y no para definir desbordes y centros atrás de otros compañeros. Eso también se vio en Tucumán. Ojalá se pueda superar en las tres finales que vienen.

Kilómetros


Para quienes recorrimos miles y miles de kilómetros del país junto a los equipos marplatenses desde hace mes de veinte años, en los diferentes torneos, regionales o del interior, con un sueño de trascendencia nacional, este logro de Unión, del fútbol de Unión, genera una doble satisfacción.

Así como el Aldosivi de Andrés Rebottaro marcó un hito, consiguiendo el ascenso por la vía deportiva y al cabo de toda una campaña, después de veinte años de frustraciones, este Unión sienta otro hito, el del ascenso con título de campeón, o ganador de una final sin necesidad de promoción, que además es el segundo pasaporte consecutivo, después del pase de la C a la B. Esa es una satisfacción, disfrutada a la distancia, identificados, los de acá, con los que nos representaron periodísticamente allá.

La otra alegría tiene que ver con las formas, tal como lo destacó en la edición de ayer de LA CAPITAL el periodista Sebastián Arana, quien acompañó gran parte de la campaña de este Unión. Porque quienes estuvimos, efectivamente, más de veinte años junto a los equipos marplatenses en estos largos periplos, siempre sostuvimos, y pregonamos, que aun en estas categorías, con estas presiones y estos filtros, se podía llegar, -y, es más, había más posibilidades así-, a través del buen juego, del toque, del respeto de un estilo. Sin hacer trampas ni tiempo, sin "revolear" la pelota, sin técnicos "sacapuntos" (que generalmente son los que menos sacan), sin la premisa del "ganar como sea", que nunca terminamos de entender.

No queremos más a los técnicos del "puntito". Marcelo Zwicker y el juego de su equipo demostraron que no hay ni "técnicos del ascenso" ni "equipos del ascenso". Es más, para aspirar a ascender, tienen que sentirse de mayor categoría, tienen que atreverse a jugar de otra manera. Eso lo hizo Unión y por eso llegó donde llegó.

De una u otra manera, salvando las distancias, también lo había concretado Rebottaro en aquel ascenso histórico de Aldosivi, cuando en Córdoba, ante un histórico como Racing, salió a jugar como en el Minella, con dos volantes ofensivos por afuera y con una gran voracidad y protagonismo.

Así fue este Unión del "Gancho", apuntalado por la consecuencia de dirigentes como "Cacho" Pagano y José Piovano, que llevaron adelante un proyecto en serio, desde la concepción de inferiores, desde Pintado y hasta Zwicker. Un proyecto que, seguramente, no terminará acá. Más bien recién empieza.

Los miles de kilómetros, eso sí, derivaron en este sendero. Decantaron en juego. Todos los caminos del fútbol derivan en el fútbol. Si no estaremos perdidos.