La marca de Giuntini




"Lo dije desde el comienzo de la semana, de esto se sale con juego". Alejandro Giuntini marcó la cancha en la conferencia de prensa. Igual, antes de que saliera el equipo, ya sabíamos de qué se trataba, que ibamos a ver, con que nos ibamos a encontrar. Al menos desde las intenciones, todos estabamos convencidos de que Aldosivi iba a jugar a otra cosa, o al menos a algo definido, con otra actitud y con la premisa de tratar bien la pelota, acercarse, generar circuítos de juego, tratar de ser lo más corto y compacto posible, y con más fútbol.
Es un técnico con Marca. Marca Giuntini. Todos conocemos su idea, su pliego de condiciones, su identidad. Y no solo por su paso anterior por Aldosivi. Sino por toda su trayectoria, porque nunca renunció a lo que pensó y dijo, como jugador y como DT.
El mismo lo precisó. "Nunca renunciaremos a nuestra forma de ver el fútbol, en ninguna cancha. De nada serviría esto si al próximo partido nos colgamos del travesaño", expresó también en la conferencia de prensa. "Creo mucho en los mensajes", agregó y resaltó.
Y ahí radica la gran diferencia en la que se basó la "resurrección" de ayer de Aldosivi, justo para los festejos del centenario. El paso de un técnico del que ya no conocíamos su idea,- porque había pasado por muchos vaivenes y le había ganado la confusión-, a un entrenador del que ya sabemos a que va a jugar el equipo antes de que salga a la cancha. No es poca cosa. Y tiene que ver más con las convicciones de Giuntini que con una supuesta falta de plan de Quiroz. Pero también se corresponde con el momento. Con el renacer de la confianza del jugador. Porque tambien cuando se pasó de Yllana a Quiroz, rapidamente se dio el tránsito desde la confusión al orden. Aunque, en esa oportunidad, con más pragmatismo que ideología futbolera.
Ahora se reafirma el mensaje. Y se vio en la cancha. Efectivamente, buen trato de pelota, con intenciones y algo más. Atrevimiento de los pibes. Buena respuesta de los grandes. Recuperación de algunos, como Malcorra. Reafirmación de otros, como Lamberti y Campodónico. Las líneas más juntas, el juego más corto. Es cierto que todo se facilitó con los goles bien temprano y con las ventajas que dio Almirante en el inicio. Tan real como que hace muy poco Aldosivi no resolvía ni las situaciones más sencillas ni doblegaba a los rivales más limitados.
Alejandro Giuntini volvió para hacer un trabajo de base, el que no pudo terminar en otra etapa. Por un lado se dirá que "no hay que desvestir un santo para vestir otro". Pero también es cierto que tiene un cuerpo técnico grande, y capacitado, como para cubrir otros agujeros si los dirigentes comprueban que no encuentran para el primer equipo otro entrenador que garantice que es mejor que Giuntini. Y eso no será sencillo. El mensaje claro, y lo que se vio en la cancha después, puso el listón más arriba.

Messi hace todo fácil...¿alcanzará esta vez?




Messi hace todo fácil. El allanó ya el camino y el Mundial de Brasil es un hecho para la Selección Argentina de fútbol. La goleada del viernes ante Venezuela en el Monumental fue solo un paso burocrático más para llegar a la clasificación. El partido en sí no planteó interrogante alguno, aunque sería peligroso decir hoy que la Selección tiene todas las certezas, pensando ya directamente en el Mundial.
Por lo pronto, la maduración de Messi ya como jugador integral y "comandante en jefe" de la Selección Argentina, hizo que la vuelta al Monumental fuera más que tranquila. Aunque una vez más se comprobó, en contraste con las anteriores presentaciones en el interior, la frialdad de la cancha de River para estos partidos de la Selección. La facilidad con que Messi y cía despachan ahora a los rivales no contribuye precisamente a encender a la gente. Por momentos el silencio fue molesto, chocante, si se tienen en cuenta las fiestas vividas el año pasado en Mendoza y Córdoba, por ejemplo, aunque en otros instantes, cuando Messi tomó la pelota con la decisión de definir el pleito, tanto en el primer como en el segundo tiempo, llegó a desatar el clásico de "vamos a salir campeones / como en el 86".
En realidad, Messi hace casi todo. Dirige la orquesta, toma la batuta en los momentos en los que el equipo se pierde, y también ejecuta como el mejor. Y sino, lo hace definir a Gonzalo Higuaín.
Y así lo vive el público en el Monumental, casi como un concierto de música clásica. Hay sensibilidad para apreciar la destreza y los armónicos acordes del director de orquesta, pero también la cuestión llega a ser tan monocorde, tan sencilla, que no invita a la emoción.
Lo dijo Riquelme en la semana en Olé: "en Barcelona Messi puede pasar 15 minutos sin tocar la pelota que no pasa nada, mientras tanto Iniesta le entretiene a la gente. Después Lionel agarra la pelota y el rival saca del medio". Se anticipó con precisión meridiana, como la que tiene en la cancha. En efecto, ante Venezuela, antes del primer y tercer gol, en los inicios de primer y segundo tiempo, Messi no apareció por un rato, y como esta Selección no tiene un Iniesta, la gente se calló la boca. Pero cuando la agarró Lio, encendió la emoción de afuera, despertó al equipo adentro, y el rival sacó del medio.
La pregunta es si a alguna vez la Selección no necesitará "un Iniesta" por algo más que entretener a la gente. Este es un equipo con escasa vocación para la tenencia de la pelota. Y por eso también a veces se complica en defensa. Por ahora le alcanza y sobra. Messi hace todo. Y todo bien. Pero la carga también se multiplica. Debe estar aquí y allá. Es de esperar que, si aquella necesidad de "un Iniesta", de un mayor control de pelota, efectivamente surge, la comprobación sea pronto, y no que nos asalte en pleno Mundial, contra rivales de mayor exigencia, como ya ocurrió.

Dónde empezó todo, todo sigue…



Desde Montevideo, Uruguay

El triunfo ante Nacional, de la mano de Riquelme, sirvió para continuar en el certamen que ganó por primera vez en este Centenario, para después transformarse en el equipo más ganador de trofeos internacionales.







Acá empezó todo. En ese arco, sobre la tribuna Amsterdam, en el que Gatti le atajó el penal a Vanderley, el mismo al que no le acertó Iván Alonso. Acá empezó todo.  En el mítico Centenario nació la mística copera de Boca, aunque hubo un prehistoria con aquellos memorables choques ante Santos.
Acá empezó todo. Con ese revuelco de Gatti empezó la historia del equipo más ganador de trofeos internacionales en el mundo junto a Milan. Acá, precisamente, no se podía cortar esa mística copera.
Y eso fue lo que tuvo Boca para imponerse en este difícil escenario ante el mañoso Nacional, para “reinventarse” en esta edición de la Libertadores que lo tenía descolocado, a tal punto que si no ganaba aquí comprometía seriamente la clasificación en el Grupo 1 del máximo certamen del fútbol continental.
Igual, la mística copera no fue el único atributo de este equipo de Bianchi en el Centenario. Es cierto que la necesitó en sus diversas formas,-llamese autoridad, espíritu, garra, estirpe, mentalidad ganadora, “actitud”- pero también es verdad que lo esencial fue el comando del juego de Juan Román Riquelme, la seguridad de Orión, la inteligencia estratégica para maniatar a Nacional 11 contra 11, y la multiplicación de varios jugadores para sostener el resultado 10 contra 11, por caso Cristian Erbes, Ribair Rodríguez como central, Lucas Viatri para ser solidario en la dos áreas.
Once contra once Boca fue más ambicioso que un Nacional tan amarrete como en la Bombonera ( de dónde se llevó excesivo premio), ganó en el medio con Ribair y Erbes y manejó el partido bajo la suela y la cola del mejor futbolista de América. En tres cuartas partes del encuentro, Riquelme demostró como es capaz de manejar las incidencias y consecuencias de un choque copero aun después de 8 meses de inactividad. Pisó la pelota por las bandas hasta cansar a sus cancerberos, controló hilos y ritmo del equipo y fue metiendo a Nacional en la cueva, con la tenencia de la pelota y con su “guante” en las jugadas con pelota detenida. El gol lo hizo de penal, es cierto, pero por un penal provocado a partir de uno de sus “envenenados” centros cruzados que no saben como controlar los defensores y que en este caso terminó en un empujón a  Burdisso.
La torpeza de “Chiqui”Pérez obligó a jugar otro partido, en el que también Riquelme tuvo la pelota hasta que pudo y en el que sobre el final Boca se refugió demasiado en el fondo para aferrarse al resultado. Alvaro Recoba, que no se entiende porque no juega de entrada, le dio algunas ilusiones a la búsqueda de Nacional. Pero en ese lapso final se agigantaron Orión, Ribair Rodríguez (¿acaso de casualidad Boca encontró el jueves un zaguero para su dubitativa defensa?) y Erbes, y aun con un hombre menos Bianchi supo que no tenía que sacar a Viatri porque ganaba en las dos áreas, con altura, coraje e inteligencia.
Acá, en el Centenario, en Montevideo, dónde empezó todo, este Boca de Bianchi y Riquelme inició también otra historia en la Copa Libertadores. El tiempo y las circunstancias dirán hasta cuando y hasta dónde. Pero acá, justamente acá, esa historia no se podía terminar.   





Del Papa y otras santidades...


MONTEVIDEO, Uruguay.-  El Papa argentino se robó todos los comentarios, entre rioplatenses, en la previa del fútbol de Nacional – Boca por la Copa Libertadores.  Muchos locales recibieron con sincera alegría, otros, en cambio, deslizaron que la noticia contribuiría aun más al clásico “agrande” de los argentinos.

“Sabemos como son los argentinos cuando no tienen nada. Te imaginas ahora con Messi, una reina y un Papa, ¿Quién los aguanta?”, le comentó un médico a otro, en la entrada al hotel NH de Montevideo, cuando recién llegábamos en Montevideo y ellos no sabían que tenían precisamente argentinos al lado en el lobby. Se trataba de profesionales, que estaban allí para un congreso de medicina, no era un comentario de tribuna precisamente.
 

Al primero que abrazó Juan Román Riquelme,-la máxima "santidad" del fútbol xeneize-, a la salida del camarín del Centenario,  y antes de conversar con LA CAPITAL y saludar al periodista Marcelo Lerner,  fue al ingeniero Daniel Mollo, el relator de Boca de Selección, de Radio Cooperativa, que llega a todo Mar del Plata con los partidos de Boca y la Selección Argentina  a través de la AM 1620.  Mollo rememoró sus tiemposde “vestuarista”, entre toda una vida periodística en la cobertura de todo lo concerniente a Boca y recibió el saludo afectuoso de Román: ”¿Todo bien Dany? ¿Cómo lo viste?”, le preguntó el 10 al relator sobre qué le había parecido la actuación de Boca.

Otra de relatores: el querido Walter Saavedra, quien ahora narra los partidos para Radio 9 de Buenos Aires, apareció tapado “hasta los dientes” cuando llegamos muy temprano en la tarde al Centenario. “Saquennos una foto para LA CAPITAL, para que vean desde dónde transmitimos, je”, nos lanzó tras el saludo. Tuvo que relatar, como la mayoría de los representantes de las radios argentinas, desde pupitres al aire libre, y se quejó del frío, ya adoptando “tics” de “porteño” aun con su condición de marplatense de pura cepa. Se trataba de una brisa aun muy soportable para los acostumbrados a la dureza de los inviernos en nuestra ciudad. ¿ Y más adelante qué te vas a poner Walter?   

Los hinchas de Boca que estuvieron en el Centenario se quedaron en su rincón de la tribuna América hasta muy tarde festejando la victoria. Incluso hasta pasados los 20 minutos de rigor fijados por las fuerzas de seguridad para no cruzarse con la multitud de Nacional. Entre los simpatizantes que no pararon de cantar en toda la noche había también un grupo de marplatenses, entre ellos el doctor Leonardo Fabio Penna  y su hijo Bautista.



Este Bianchi, en este fútbol argentino







El panorama de los equipos argentinos en la Copa Libertadores es sintomático. Tres representantes en el máximo certamen del fútbol continental, Arsenal, Tigre y Newell's, están últimos en sus grupos. Boca está tercero. Los cuatro tienen seriamente comprometida su clasificación. El único que es líder es Vélez, aunque en posición compartida con Peñarol y Emelec en el grupo 4. Tampoco tiene nada asegurado.
La historia podrá cambiar en la segunda rueda. Todos tienen posibilidades de repuntar. Pero no cambiará el concepto. Que nadie se haga el distraído. Lo que pasa tiene que ver con la mediocridad que hace tiempo padece el fútbol argentino. Que en la Selección se disimula con Messi, quien, digamoslo con todas las letras, no es un "producto" estrictamente argentino. Pues en la cantera están casi todas las explicaciones. El desdén por la técnica, el apego a la táctica y a los negocios rápidos, conspiran contra la formación y la identidad de nuestro fútbol.
En este contexto, ni Carlos Bianchi, el gran entrenador de la historia de la Copa Libertadores, está exento. Contra las ligerezas de algunos colegas, o los ataques interesados de otros (con olor a influencia perversa de un ex presidente sobre esos periodistas) ni Bianchi está "gaga" (una canallada) ni se olvidó de dirigir. Bianchi no es el que cambió o empeoró. Bianchi no es más ni menos que un entrenador. Lo que cambió es el material con que cuenta, los jugadores que tiene para dirigir.
Probablemente él tenga un mínimo porcentaje de responsabilidad, el que le cabe por dos refuerzos que no parecen a la altura de Boca, como "Chiqui" Pérez y Ribair Rodríguez, más allá de la actitud y la voluntad, y más por no haber deducido rapidamente cuáles eran los puestos que realmente había que reforzar en el equipo de La Ribera, por ejemplo, el de lateral por derecha.
Pero aparte de eso, la verdad es que Bianchi heredó un plantel con numerosas carencias, por un pésimo diagnóstico de los anteriores cuerpos técnicos y los dirigentes, y en el contexto de este fútbol argentino que claramente ha perdido competitividad, porque ha perdido técnica y capacidad de desequilibrio.
También Bianchi se encontró con nuevos vicios del jugador argentino de la segunda década del siglo XXI. En la era del whatssap y las tablets, algunos pibes están más preocupados por las respuestas inmediatas en el chat del BB que en todo lo que deben cuidarse y como deben prepararse para asegurar su porvenir. O, peor aun: ya tienen el último modelo de auto o de "botinera" antes de llegar a jugar en primera.
El nuevo desafío de Bianchi ya no tiene que ver con resultados puntuales. Si ya los consiguió todos. Con tres años de contrato en Boca, y con Riquelme como ejemplo para los pibes de como se debe amar realmente este juego, la gran premisa de Bianchi debe ser imponer el respeto a su indudable autoridad y conocimientos entre chicos y grandes para parar,-al menos desde su lugar-, la creciente desculturización de nuestro fútbol, en el que todos los días "se tira un viejo por la ventana", que es lo mismo que despreciar la sabiduría. Mientras que, por ejemplo, el técnico campeón del mundo, Vicente del Bosque, un sexagenario, reemplaza a otro entrenador "grande", Luis Aragonés, en la selección de España, que hizo el camino inverso al de Argentina, de la táctica enfermiza a la técnica, de la histeria al juego, de la furia a la paciencia.

Román y Chávez en cadena nacional, y el que quiera oir que oiga...´n

Maracaibo Junio, julio 2007
 



Pasó la nueva victoria de la Selección de fútbol en la Copa América. Vimos al equipo argentino que, potencialmente, da la sensación de tener el mayor caudal de juego desde el Mundial de Estados Unidos para acá. Más allá de las diferencias del nivel de la competencia, y sin olvidar la producción histórica del año pasado en Alemania ante Serbia y Montenegro.
Pasó una nueva exhibición de Juan Román Riquelme. Es un gusto que nos damos seguir viendo estas “obras maestras” en la cancha, y que tanto en Venezuela como en Argentina se las disfrute casi en “cadena nacional” (aquí practicamente todos los canales transmiten los partidos). Román sigue tapandole la boca a muchos, con el mejor fútbol, con pases únicos (¡hay Milito…!) y con goles decisivos, los que realmente sirven, los que cambian el destino de un partido.
Pasaron también las "filigranas" (¿cuánto hacía que no se usaba esta palabra?) de Messi…Y el despliegue productivo de Verón y Cambiasso, los avances de Zanetti y la presencia del enorme Mascherano, para equilibrar con recuperación todo ese flujo futbolístico que se desata delante de él y a sus costados.
A la mañana siguiente, el fuego no se apaga. Nadie esperaba lo contrario. Después del almuerzo, poco después de las 13.30, prendemos la tele, después de almorzar, refugiándonos en el aire acondicionado de la habitación, con 40 grados de temperatura  en las calles de Maracaibo, que efectivamente arden, como ayer y como mañana.
En la “pantalla chica” está Hugo Chávez, el presidente, recién llegado de gira. Por Cadena Nacional. Pero en una charla informal, sin papel, con un auditorio de empresarios, ministros, legisladores y militares venezolanos. Son las cuatro de la tarde y todavía estoy escuchándolo. Pero, con notable manejo televisivo, el mandatario matiza sus mensajes con imágenes de su viaje por Rusia, lee una poesía de un premio nobel ruso, reta a un militar supuestamente leal en cámara, por recientes desafortunadas declaraciones, pide un mapa y después se queja porque allí muchas de las ciudades no estaban bien ubicadas, y las señala con un marcador, y enseguida reclama que le saquen ese mapa de ahí y se lo cambien por otro. “Así no podemos hacer una revolución, si ni siquiera le alcanzan al presidente un mapa fidedigno”, les dice. Al minuto le entregan otro más preciso y explica, detalladamente, dónde se iba a hacer la nueva “Revolución Petroquímica” y por dónde correrían los nuevos
gasoductos, y dónde localizaría las refinerías. Después hace hablar a un empresario petroquímico, que estaba en la primera fila y muestra también en cámara todos los productos que ya está fabricando Venezuela a través de esa”revolución” y como se autoabastece de ellos. Se acerca entonces a una mesa que parece la de una bazar, con botas, jeringas, plafones de electricidad, “zapatillas” para enchufes, linternas, etc. Detrás de la mesa, y del presidente, hay una gigantografía de Guaky (¡en la cadena nacional!), el pájaro mascota de la Copa América , que aquí, como se ve, está en todas partes. 
El presidente es una catarata de conceptos. Sus palabras fluyen como el petróleo por estas tierras. Dice que esperará un tiempo prudencial para que acepten a Venezuela como miembro activo del Mercosur, pero que si el Congreso de Brasil no lo aprueba en tres meses, se retirará, “por dignidad”.   
Después da una clase de Carlos Marx y se refiere al concepto del filósofo e historiador sobre “el fetichismo de la mercancía”.
“Queremos un socialismo que contemple la propiedad privada. Pero una propiedad privada que respete las leyes y que no conspire contra el pueblo”, advierte.
“Bajamos el IVA al 9 por ciento. Pues, ¿por qué los comerciantes no reducen los precios en función de de esa baja? Paulatinamente, quien no cumpla en ese sentido, pues les expropiaremos esos comercios y esas empresas”, avisa, ¡frente a empresarios!.
“Lo mismo haremos con algunas empresas de salud y educación privada,-sigue el presidente-. Resulta que el servicio de las clínicas privadas aumentó el 1 por ciento en junio del año pasado, y un 9 % en este junio. ¿Por qué?  ¿Con qué justificativo? Pues que se atengan a las reglas y bajen esas subas, porque sino nacionalizaremos esas clínicas. Lo mismo haríamos con la educación privada si no se atienen a las leyes….”, lanza con dureza.
“Nos decían que en la faja del Orinoco no había gas. Resulta que ahora, cuando tomamos el control nosotros, el Estado, nos encontramos con que hay gas, y que hay más petróleo que el que decían. Pues, ¿a dónde ha ido todo eso?”, se pregunta.
También hay para la Iglesia. “Cada vez estoy más alejado de la jerarquía Católica. Me quedo con mi Cristo, mi señor…Monseñores, lean la Constitución. Si la leyeron,  al menos para decir algunas cosas deberían quitarse la sotana. ¿No saben monseñores que para reformar una letra de la Constitución hay que ir a un referemdum nacional…¿No lo saben?  O son ignorantes o son perversos engañadores…”, manifiesta con respecto a la reciente manifestación de un alto prelado que aseguraba que el actual gobierno viola la Constitución.
Ahora entendemos lo de “!Este gobierno va a caer!”, el grito hiriente y conspirativo que se escuchó desde algunos sectores de la cancha el lunes, cuando ya estaba consumada la victoria de Argentina, y en la ciudad de un estado, el de Zulia, con gobernador opositor, y con un nivel de vida alto, dónde abundan las 4 x 4 y los autos último modelo.
Por lo que escuchamos, muchos fuertes intereses está dispuesto a tocar el presidente Hugo Chávez en el camino a “su” revolución.
A él, sin embargo, no lo preocupan esos contragolpes, ni que lo acusen de autoritarismo y censura cuando aquí comprobamos que por todos lados pueden decir y escribir cualquier barbaridad. Tampoco lo desvela la creciente polarización de la sociedad. Todo parece resbalarle y cierra su espectáculo televisivo con un alegato de alto contenido político: “!Que viva la Vinotinto , que viva la Copa América …!”. ¡Y que viva el fútbol de Riquelme!. Por siempre. Y a partir de este momento, las emisoras continúan con sus respectivos programas…



Boca: informe de la situación







Conclusiones de la extraña noche en que Carlos Bianchi volvió a la Copa en la Bombonera.
El diagnóstico ya se hizo desde aquí durante el fútbol de verano, por los partidos en Mar del Plata y el Superclásico que cubrimos en Córdoba. Con este plantel sin Riquelme , Boca es un equipo más, gana y pierde con cualquiera. Este no es ni más ni menos que el plantel de esta Comisión Directiva y de Julio César Falcioni, con pésimo diagnóstico desde hace mucho tiempo.
Incluso alguno de los jugadores que llegó por cifra millonaria a insistencia del anterior DT es responsabilidad de la anterior conducción dirigencial.
Por ahora, además, los refuerzos no cambian la ecuación. Hasta el momento Lautaro Acosta y Juan Manuel Martínez hacen su aporte, más no decisivo por cierto.
Y también lo advertíamos en el verano: Bianchi le da un plus, pero no juega, no es mago y ahora habría que agregar que, verdad de Perogrullo, también se equivoca, pese a ser quizá el DT más lógico y simple del fútbol argentino.
Pero asi como Bianchi acertó en los cambios en la remontada ante Quilmes, en la noche copera del miércoles  puso en cancha un equipo que no le salió bien. Un experimento que no funcionó. Un 4-4-2 para un supuesto mayor equilibrio, que al final fue más problema que solución. No se balanceó la defensa, se perdió vuelo para el ataque, la confusión se generalizó.
Es el peligro de entrar en la variante de esa falacia de que en fùtbol te descompensas si no ponés dos volantes de contención. No se puede decir, por un partido, que Bianchi "entró en la variante", más bien se trata de prueba, ensayo y error ante un plantel que por ahora no le ofrece las respuestas que esperaba.
Lo cierto es que con el tan mentado "doble 5" Leandro Somoza ya no solo estuvo impreciso con la pelota, también ahora en su ubicación.
Cristian Erbes, un jugador habitualmente ordenado cuando juega como único "5", así no lo pudo "ordenar" a Somoza, y más bien Somoza terminó desordenando a Erbes. Y ahí aparece otro problema, ya anticipado en el fútbol de verano: se necesita un mando en la cancha, un ordenador, y eso es lo que también puede aportar Riquelme.
Se puede abundar con lo que Román le puede dar a este equipo. Pero primero el técnico debe estar sacando conclusiones sobre los que ya no pueden darle nada. O en todo caso, muy poco. Uno de ellos, de adelante para atrás, Santiago Silva: vive de espaldas al arco, que se supone que es lo que le da de comer. Es como un tigre ciego, que tiene la presa de un lado, y sale a buscarla para el otro. A esta altura vale preguntarse, como desde aquí se preguntó hace más de 14 meses, si Silva es realmente un delantero para Boca. Jugó en 14 equipos, varios bien "chicos", y solo se destacó en Vélez y Banfield. Lucas Viatri entre la última parte de los últimos dos partidos, ante Quilmes y Toluca: tiró al arco, de frente, más veces que Silva en meses.
Ese es solo un ejemplo. Quizá lo del miércoles le sirvió a Bianchi para el diagnóstico final sobre los jugadores a los que ya se les acabó el crédito. Aunque lo modere y gradue porque sabe que lo que viene es largo y los necesita a todos.
Pero Silva es solo un botón de muestra. Hoy por hoy casi todas las titularidades están en estado deliberativo en Boca. ¿O acaso no están para salir ya, tanto como Silva, jugadores como Caruzzo, Cellay, Somoza, Erviti?. El miércoles quedó claro que toda la culpa de que el equipo jugara mal no era del pibe Paredes, quien fue, de todos modos, quien pagó "los platos rotos" del mal partido ante Quilmes, con lo cuál hubo que sacrificar enganche y sistema.
Ahora sí, ¿qué puede darle Riquelme a este plantel descompensado y limitado? Por lo pronto, lo que el mismo Bianchi dijo en la conferencia de prensa, "manejo", de pelota y de la situación, conducción, pelotas paradas ejecutadas con cierto decoro (lo del miércoles en ese sentido fue patético).
Pero Román, además, puede "leer" mejores alternativas para cada partido, decirle a Erbes, por ejemplo, dónde le conviene pararse según el volante de enfrente, tal como lo hacía con Ever Banega en 2007. O cuando varios se esconden y no aparecen, como ocurrió en la última parte del encuentro del miércoles, Riquelme se puede mostrar, guiarlos, encauzarlos y insuflarles de un poco más de actitud, lo que también faltó ante Toluca, cuando Boca ni siquiera metió su clásica presión para forzar un resultado sobre el final.
Eso sí, como dijo Juan Simón ayer en 90 Minutos de Fútbol en Fox: "Román puede solucionar el ataque, pero no podrá acomodar la defensa". En todo caso, con mayor tenencia de pelota, impedirá que le lleguen tanto al equipo. Pero como está hoy la situación, pareciera que ni con eso alcanza.

El nuevo mito del eterno retorno


Ese entretiempo es un mito en sí mismo. Imagínense todo lo que generó después. Se tejieron, en torno a esos 15 minutos largos -en tiempos de fútbol para pocos, codificado, la duración del entretiempo era una convención más bien cambiante-, las peores y las mejores versiones. De las sustancias, peleas, gambetas a los controles se pasó a una frase que engrandeció la leyenda: "Salgo yo y entra Riquelme, Bambino"". Si la "orden" existió, ahora el orgullo maradoniano no está para confirmarlo.
De una forma u otra, quienes estuvimos esa noche del 25 de octubre del '97 en el Monumental presumimos, al instante, que estábamos asistiendo a un momento histórico. Lo imaginamos, claro, por la salida de Maradona, nada menos que en el entretiempo de un Boca - River. Por todo lo que había pasado, por cómo venía la cosa, no había vuelta atrás. Era el último de todos los finales. Lo que no sabíamos es que en ese momento, justamente, en el que se consumaba el retiro definitivo del mejor futbolista de todos los tiempos, en la salida de medio tiempo de un Superclásico y con una de sus dos camisetas más queridas, a su vez estaba naciendo la idolatría más grande de la historia de Boca. Juan Román Riquelme ya había debutado, pero la unción fue esa noche y a partir de ahí desanduvo un camino único en el club de La Ribera.
Tanto es así que en ese sendero inédito, sin parangón, no sólo hay un cambio mítico -del más grande en Boca en lugar del más grande en el fútbol mundial-, once títulos con aporte más determinante que el de cualquier otro futbolista en cualquier otro título, y cientos de asistencias incomparables. También hay una tarde increíble en la que el pueblo boquense -salvo "los de atrás del arco"-, lo eligió a Riquelme a los gritos por sobre el mismísimo Maradona. Y un banderazo nacional único en la historia del fútbol argentino para pedir por un solo jugador. Y un "Cabildo abierto" que produjo una verdadera revolución que terminó con "el orden conservador" en el club, gracias a una "cadena nacional" que fue su aporte inédito a Boca desde afuera de la cancha.
Y en ese camino, además, hay un mito del eterno retorno sólo comparable al que protagonizó el propio Maradona.
Es que Diego, hasta ese final irremediable, siempre estuvo volviendo. Tanto que ya había dirigido dos equipos como técnico, Mandiyú y Racing, antes de sus últimos retornos. Volvió para un repechaje contra Australia cuando ya había dicho que no jugaba más para Argentina. Volvió después de los dos dóping, el de Nápoli y el de la Selección. Volvió después de que le cortaron las piernas. Volvió después de escaparse una noche en Mar del Plata y faltar a un partido de Newell"s. Volvió en Sevilla. Volvió en Corea con Boca. Y volvió en la Bombonera, con cabello de dos colores, para un centro inolvidable que terminó en cabezazo agónico de Scotto.
A Riquelme no le pasaron tantas cosas raras en su cuerpo aunque sí fueron variadas las vicisitudes del alma. Pero también siempre estuvo volviendo. Aunque nada más que a Boca. Siempre a Boca. Aquel partido contra Rosario Central en la Bombonera. Aquel Superclásico del segundo retorno, en Mar del Plata. Aquel regreso, con vuelta, olímpica, y final de Libertadores, de 2011/2012, cuando muchos lo daban como ex jugador. Y esta vuelta, quizá la más deseada, por más inesperada.
Y si bien Román nunca tuvo tantas contradicciones como Diego y se mantuvo más firme en sus convicciones y códigos -tanto que por ello se perdió nada menos que un Mundial-, sí se permitió -aunque no se lo quieran permitir los demás, o "algunos demás"-, cambiar de parecer por una vez. Esta vez.
Todos en algún momento en nuestras vidas aseguramos algo y terminamos haciendo lo contrario. Ahora pareciera que el único que no puede es Riquelme. Y sin considerar, además, que con su cambio "de palabra" no perjudicó a nadie, más bien todo lo contrario. O quizá sí. Los que más se agarran de "la palabra" de Riquelme son los más perjudicados con su eterno retorno: no pueden resolver su propia contradicción entre amor y odio. Se supone que aprecian, como la mayoría, el fútbol que verdaderamente le gusta a la gente, pero no pueden soportar que en la Argentina lo enarbole mejor que nadie el que más se apresuraron en denostar, siempre.

El largo camino de regreso a casa






Riquelme vuelve a ser el 10 de Boca. Se termina la suspensión del contrato y su primer entrenamiento será el lunes. Debutaría en esta nueva etapa el 3 de marzo ante Unión.

Juan Román Riquelme, el máximo ídolo de la historia de Boca,  volverá a jugar en el club de La Ribera luego de siete meses, después de expresar su deseo de terminar con la suspensión del contrato y se se entrenará desde el próximo lunes y debutará, en esta nueva etapa, probablemente el 3 de marzo en la Bombonera ante Unión, por la cuarta fecha del Torneo Final del fútbol argentino.
El último partido que jugó el máximo referente de la historia del club fue el 4 de julio de 2012, en la segunda final de la Libertadores, y luego de varias idas y vueltas, "chicanas" y "operaciones" gestadas por alguna parte de la dirigencia y algunos periodistas, para cerrarle la puerta del retorno, su amor por la camiseta pudo más y cambió su decisión, incluso con un llamado de él a Carlos Bianchi y dispuesto a ceder posiciones en la verdadera "batalla" de nuevas operaciones que se gestaron en las últimas horas.
Incluso hasta pasado el mediodía se buscó una vez más que Riquelme torciera su decisión. Con "operaciones" parecidas a cuando se lanzó la mentira del "dólar blue", se empezó a asegurar que Román no aceptaría nuevos condicionamientos para un contrato que ya está firmado y del que solo se tenía que levantar la licencia.
Pero esta vez Riquelme exigió solo "jugar de local" y recibió a los dirigentes en su casa, dónde trascendió que les lanzó:  "Yo solo quiero volver a jugar en Boca, ustedes hagan lo que quieran". Ante eso, para no quedar una vez más en off side, los dirigentes habrían reculado en la idea de algunos de ponerle nuevas condiciones, para no quedar aun más expuestos.
Riquelme decidió que la reunión fuera en su casa justamente para que no ocurriera lo de fines de diciembre pasado, cuando a los 5' de cada cónclave se salió a decir que había exigido más tiempo de contrato o un "dólar blue".
Los condicionamientos que le quisieron poner ahora y la respuesta y predisposición de Riquelme para volver a pesar de todo demuestran como había sido la real historia de hace un mes.
Riquelme retomará los entrenamientos el lunes por la mañana y volverá a las canchas "en marzo, cuando empezará a percibir los haberes, ya que durante la pretemporada que hará en febrero no cobrará", según dijo el presidente del club, Daniel Angelici.
Tras la segunda derrota de verano de Boca ante River en el verano, el astro llamó a Bianchi para ofrecerle volver al club porque lo veía "sufriendo". "Quiero que suframos juntos", le dijo Román al entrenador.
"Con 34 años, es una pena que no esté jugando al fútbol. Creo que eso es lo que se debe estar planteando. Si hubiera venido con nosotros a la pretemporada, estaría mejor de lo que está hoy", aseguró ayer Bianchi, en conferencia de prensa.
"Lo que pasa con Román es que se dio cuenta de que no tiene que dejar de jugar al fútbol", añadió Bianchi.
Riquelme se reunió, al cabo, con el representante del jugador, Daniel Bolotnicoff, Angelici y César Martucci, el secretario del club, en su casa de Don Torcuato durante dos horas y media.
Tras el cónclave, se concretó el retorno, al cabo sin tocar ningun punto del contrato que tiene hasta mediados del año próximo.

Las posiciones de Angelici y Bianchi

"Recién terminamos la reunión de Comisión Directiva, les comenté la charla telefónica que tuve en la semana y hoy (por ayer) la reunión personal con el entrenador. La comisión ha decido por unanimidad, que por la voluntad del jugador de volver a entrenar, retorne al club", dijo Angelici.
"El tenía un contrato vigente que se va a respetar. Aclaramos algunas cuestiones. Quería charlar cara a cara, algunos dirigentes tenían la duda por los siete meses parado y las dos pretemporadas que no hizo. Es hincha de este club. Nos manifestó que tenía la voluntad de cumplir con los 18 meses y luego dejar de jugar para trabajar con esta Comisión Directiva", agregó el presidente.
Antes de juntarse con Riquelme, Angelici se reunió con Bianchi en Casa Amarilla por la mañana y el técnico le expresó que no tenía un jugador como él en el plantel. Y todo parece indicar que fue fundamental su opinión para el desenlace de la historia. Igual, lo más importante fue la propia decisión del 10. Si los dirigentes o el DT igual miraban para otro lado, les quedaba poco margen para el futuro próximo...


Las certezas de Ramón, las preocupaciones de Bianchi


Las conclusiones del Superclásico en Mar del Plata
Ponzio, Vangioni, Mora, claves en River. Boca, por ahora, es el mismo desde que se quedó sin Riquelme.




Las consecuencias son de verano, las conclusiones no. Que nadie engañe a nadie. Ningún aficionado al fútbol puede creerse eso de que el Superclásico del sábado en el Minella fue un “amistoso”. Nunca lo es en el verano, mucho menos en este, con todo el clima y la expectativa de afuera, y con la enjundia con que se disputó adentro, incluso por sobre el filo del reglamento,- particularmente interpretado por Pablo Lunati, por otra parte-.
Las consecuencias son de verano, es verdad, como golondrinas, efímeras, aunque no siempre. Más de una vez se devoraron hasta entrenadores.
Pero las conclusiones siempre son perennes. Aunque Carlos Bianchi no lo admita y se queje de los tres Superclásicos seguidos, está bien claro que el sábado sacó ricas conclusiones porque el partido tuvo todas las características de uno por los puntos.
Pasa que a veces los entrenadores quieren disimular la preocupación por esas conclusiones. Pero Carlos Bianchi está suficientemente capacitado y es tan inteligente que sabrá sacarle el “jugo” necesario a ese balance. Aunque con las salvedades que sí se deben marcar en un partido de verano y en un principio de ciclo, y en una pretemporada que puede presentar diferentes niveles de trabajos físicos en cada plantel.
No obstante lo cuál quedó claro el sábado que, por ahora, con equipos titulares enfrentados (de los “indiscutibles” podrán faltar Trezeguet en River, Juan Manuel Martínez en Boca) el equipo de Ramón Díaz cuenta con más rápidas certezas a favor. Logró parar una formación que se mueve alrededor de un eje, Leandro Ponzio, un “reggista” a lo Pirlo (también salvando las distancias), que logra distribuir y ordenar partiendo desde la recuperación, siempre y cuando no se desordene y disperse él. Y ahí estuvo la primera gran diferencia. El “5” de Boca, Leandro Somoza, no solo recuperó poco, sino que lo poco que recuperó lo perdió demasiado rápido, algo que por otra parte le sucedió casi todo el año pasado.
Otras certezas de Ramón: lo bien que empezó Vangioni, lo aceptable que volvió Román, los goles de Mora, la claridad conceptual de Mauro Díaz, un enlace rescatado del ostracismo por el DT.  Eso sí, los lios que provocó Lautaro Acosta por los extremos en los primeros 25’ dejan flotando los interrogantes sobre esa “línea de tres” que puso el entrenador.
Bianchi, en cambio, con conclusiones iniciales más negativas, y no solo por el resultado, deberá tomar nota no solo de los problemas de Somoza para ordenarse y ordenar, sino también de las dificultades de Franco Sosa, del despliegue muchas veces improductivo de Walter Erviti, de los inconvenientes de la zaga y de la brecha que queda entre esa zona y la del volante central. Y da la sensación que ya habrá advertido que, por capacidades técnicas, Lucas Viatri es un delantero más integral que Santiago Silva, quien la única vez que quedó frente al arco el sábado desperdició su chance ante la buena tapada de Barovero tras exquisito pase riquelmeano de Leandro Paredes.
Y ahí hay que detenerse, irremediablemente. Las  intermitencias de Paredes. Siempre insinua que puede ser conductor. Todavía no está para asumir ese rol.
Una vez más, como desde hace tiempo, se parte en Boca desde un error de diagnóstico de los dirigentes. Por soberbia, impericia o cierta perversidad creyeron que con esto alcanzaba para volver a marcar diferencias, para aspirar a llegar a una final de la Copa. Así asumieron las tratativas para la vuelta de Riquelme, por la que nunca hicieron nada en serio. En realidad, hicieron todo. Pero para que no volviera. Le pusieron las trabas más insólitas. Y el sábado, en la cancha, se vio una vez más que su ausencia se agiganta cada vez más. El equipo fue más de lo mismo y solo se explica por Riquelme que estos jugadores hayan llegado a una final de Libertadores.
Resta saber si el plus que le puede dar Carlos Bianchi equipara esa ausencia para volver a llegar tan lejos. Nunca hay que subestimar ese plus. Aunque Bianchi no juega, ni es mago.


Nunca le abrieron la puerta de entrada



No era  solo Falcioni. Tal como siempre lo expusimos en estas páginas, y tal como lo graficó muy bien y muy sintéticamente Diego Latorre en Olé en julio pasado, después del anuncio tras la final con Corinthians, A Riquelme le abrieron la puerta de la salida. Pasaron muchas cosas en el camino pero el escenario no cambió en lo sustancial:  A Riquelme no le abrieron ahora la puerta de entrada.  Por eso reitera, seis meses después, que no vuelve a Boca, al menos a jugar al fútbol.
Es más, la única verdad es la realidad y la realidad es tan cruel en este asunto, que la verdadera puerta de salida se abrió ya hace poco más de un año, con las elecciones en Boca, cuando Daniel Angelici  obtuvo algo más de 13.000 votos, en una elección llamativamente muy concurrida. Angelici  había sido el tesorero que había hecho toda una campaña para el no al contrato de cuatro años para Riquelme, y sostenía que solo se le tenía que firmar por dos. Angelici fue luego presidente y Riquelme se fue a los dos años.
¿Qué hubo una negociación en el medio? ¿Qué para qué Riquelme se reunió con Bianchi en la casa del DT, en una “mateada” a la que después se sumó Angelici?  (¿cómo convidado de piedra?). Es la prueba de que hasta último momento lo pensó, tal como lo dijo ayer Riquelme. Cambiar su postura, por Bianchi y por Boca. Pero mientras lo pensaba evidentemente comprobó que las condiciones de fondo no habían cambiado desde esa puerta de salida abierta de par en par.
¿De cuántos jugadores y pases de hoy del fútbol argentino se conocen los más mínimos detalles de sus contratos? ¿De cuántos se habló tanto de la negociación, de los términos, de la cotización del dólar? ¿Por cuánto dinero y en qué condiciones, y con qué color de dólar volvió “Rolfi” Montenero a Independiente de una plaza tan fuerte economicamente como la mexicana? ¿Algún dirigente de Independiente acaso hizo”filtrar” esa información para que periodistas se ocupen en exponer al jugador?
Son esas  todas cuestiones que suenan odiosas para el público y que, en este caso, los dirigentes de Boca se ocuparon minuciosamente en darlas a conocer para exponer una vez más a Riquelme. Detalles que ni siquiera sabemos todavía hoy si son absolutamente ciertos en su minuciosidad porque en los últimos días solo se escuchó a una fuente, los dirigentes, y nunca a la otra parte.
(Eso sí, ni ellos, ni sus “voceros” periodistas informaron, ya que les importaba tanto el color del dólar, que a Riquelme le deben desde hace más de un año la friolera de un millón y medio de dólares, y que cada vez que Boca sale afuera o negocia un contrato de televisión, cobra el doble por Riquelme, y en el ilegal “dólar blue”)
En efecto, desde la “mateada” con Bianchi hasta la reunión de la Comisión Directiva del viernes a la noche se infligieron las reglas más básicas del periodismo, esas que dicen que hay que chequear las informaciones con no menos de tres fuentes, y no que todas provengan de la misma parte en conflicto. La mayoría de los colegas dieron por sentadas las cosas que les iban contando los dirigentes sobre los mínimos detalles de contrato que supuestamente se estaban discutiendo con Riquelme. Usar el potencial no es lo más aconsejable en esta profesión,-que no es una ciencia exacta y que, por lo tanto, no se maneja con verdades absolutas- pero mucho menos asegurar lo que solo una fuente “te confirmó”. El viernes casi todos afirmaron que Riquelme había “faltado a la reunión”, que Riquelme había pedido un “dólar blue”, como antes habían dicho que había “exigido” la extensión de su contrato. Todo por palabra de los dirigentes. Nada de parte del 10, su representante o quienes pudieran ser sus “voceros”, que habían hecho “silencio stampa”.
“Pecados” que todos alguna vez cometimos en pos de la información. Nadie está exento. Pero lo cierto es que toda esa difusión de detalles, que buscó dejar expuesto y mal parado a Riquelme una vez más, terminó siendo parte del problema.  Mientras el 10 pensaba, escuchaba y veía, y terminaba de comprobar que la puerta seguía cerrada cuando “pour la gallerie” se decía que estaba abierta.
El escenario era el mismo que hace seis meses, el mismo que hace un año, el mismo que cuando Angelici hizo campaña en contra de su contrato. Igual escenario afuera de la cancha. Adentro las cosas cambiaban. Estaba Bianchi para garantizarle liderazgo y sentirse cómodo y valorado en el final de su carrera. Eso evidentemente no lo sopesó Riquelme a la hora de decisión final, o, en todo caso, pesó menos que lo extradeportivo.  Y quedará en su conciencia si estuvo bien o no.
Desde afuera, sin embargo, él ya había hecho su último invalorable aporte al hincha de Boca. Al desnudar miserias con su “cadena nacional” desató el Bombonerazo que terminó con Falcioni. Bianchi, al cabo, está de vuelta gracias a Riquelme. Aunque no podrá tener al 10 en la cancha.