Boca: informe de la situación







Conclusiones de la extraña noche en que Carlos Bianchi volvió a la Copa en la Bombonera.
El diagnóstico ya se hizo desde aquí durante el fútbol de verano, por los partidos en Mar del Plata y el Superclásico que cubrimos en Córdoba. Con este plantel sin Riquelme , Boca es un equipo más, gana y pierde con cualquiera. Este no es ni más ni menos que el plantel de esta Comisión Directiva y de Julio César Falcioni, con pésimo diagnóstico desde hace mucho tiempo.
Incluso alguno de los jugadores que llegó por cifra millonaria a insistencia del anterior DT es responsabilidad de la anterior conducción dirigencial.
Por ahora, además, los refuerzos no cambian la ecuación. Hasta el momento Lautaro Acosta y Juan Manuel Martínez hacen su aporte, más no decisivo por cierto.
Y también lo advertíamos en el verano: Bianchi le da un plus, pero no juega, no es mago y ahora habría que agregar que, verdad de Perogrullo, también se equivoca, pese a ser quizá el DT más lógico y simple del fútbol argentino.
Pero asi como Bianchi acertó en los cambios en la remontada ante Quilmes, en la noche copera del miércoles  puso en cancha un equipo que no le salió bien. Un experimento que no funcionó. Un 4-4-2 para un supuesto mayor equilibrio, que al final fue más problema que solución. No se balanceó la defensa, se perdió vuelo para el ataque, la confusión se generalizó.
Es el peligro de entrar en la variante de esa falacia de que en fùtbol te descompensas si no ponés dos volantes de contención. No se puede decir, por un partido, que Bianchi "entró en la variante", más bien se trata de prueba, ensayo y error ante un plantel que por ahora no le ofrece las respuestas que esperaba.
Lo cierto es que con el tan mentado "doble 5" Leandro Somoza ya no solo estuvo impreciso con la pelota, también ahora en su ubicación.
Cristian Erbes, un jugador habitualmente ordenado cuando juega como único "5", así no lo pudo "ordenar" a Somoza, y más bien Somoza terminó desordenando a Erbes. Y ahí aparece otro problema, ya anticipado en el fútbol de verano: se necesita un mando en la cancha, un ordenador, y eso es lo que también puede aportar Riquelme.
Se puede abundar con lo que Román le puede dar a este equipo. Pero primero el técnico debe estar sacando conclusiones sobre los que ya no pueden darle nada. O en todo caso, muy poco. Uno de ellos, de adelante para atrás, Santiago Silva: vive de espaldas al arco, que se supone que es lo que le da de comer. Es como un tigre ciego, que tiene la presa de un lado, y sale a buscarla para el otro. A esta altura vale preguntarse, como desde aquí se preguntó hace más de 14 meses, si Silva es realmente un delantero para Boca. Jugó en 14 equipos, varios bien "chicos", y solo se destacó en Vélez y Banfield. Lucas Viatri entre la última parte de los últimos dos partidos, ante Quilmes y Toluca: tiró al arco, de frente, más veces que Silva en meses.
Ese es solo un ejemplo. Quizá lo del miércoles le sirvió a Bianchi para el diagnóstico final sobre los jugadores a los que ya se les acabó el crédito. Aunque lo modere y gradue porque sabe que lo que viene es largo y los necesita a todos.
Pero Silva es solo un botón de muestra. Hoy por hoy casi todas las titularidades están en estado deliberativo en Boca. ¿O acaso no están para salir ya, tanto como Silva, jugadores como Caruzzo, Cellay, Somoza, Erviti?. El miércoles quedó claro que toda la culpa de que el equipo jugara mal no era del pibe Paredes, quien fue, de todos modos, quien pagó "los platos rotos" del mal partido ante Quilmes, con lo cuál hubo que sacrificar enganche y sistema.
Ahora sí, ¿qué puede darle Riquelme a este plantel descompensado y limitado? Por lo pronto, lo que el mismo Bianchi dijo en la conferencia de prensa, "manejo", de pelota y de la situación, conducción, pelotas paradas ejecutadas con cierto decoro (lo del miércoles en ese sentido fue patético).
Pero Román, además, puede "leer" mejores alternativas para cada partido, decirle a Erbes, por ejemplo, dónde le conviene pararse según el volante de enfrente, tal como lo hacía con Ever Banega en 2007. O cuando varios se esconden y no aparecen, como ocurrió en la última parte del encuentro del miércoles, Riquelme se puede mostrar, guiarlos, encauzarlos y insuflarles de un poco más de actitud, lo que también faltó ante Toluca, cuando Boca ni siquiera metió su clásica presión para forzar un resultado sobre el final.
Eso sí, como dijo Juan Simón ayer en 90 Minutos de Fútbol en Fox: "Román puede solucionar el ataque, pero no podrá acomodar la defensa". En todo caso, con mayor tenencia de pelota, impedirá que le lleguen tanto al equipo. Pero como está hoy la situación, pareciera que ni con eso alcanza.

El nuevo mito del eterno retorno


Ese entretiempo es un mito en sí mismo. Imagínense todo lo que generó después. Se tejieron, en torno a esos 15 minutos largos -en tiempos de fútbol para pocos, codificado, la duración del entretiempo era una convención más bien cambiante-, las peores y las mejores versiones. De las sustancias, peleas, gambetas a los controles se pasó a una frase que engrandeció la leyenda: "Salgo yo y entra Riquelme, Bambino"". Si la "orden" existió, ahora el orgullo maradoniano no está para confirmarlo.
De una forma u otra, quienes estuvimos esa noche del 25 de octubre del '97 en el Monumental presumimos, al instante, que estábamos asistiendo a un momento histórico. Lo imaginamos, claro, por la salida de Maradona, nada menos que en el entretiempo de un Boca - River. Por todo lo que había pasado, por cómo venía la cosa, no había vuelta atrás. Era el último de todos los finales. Lo que no sabíamos es que en ese momento, justamente, en el que se consumaba el retiro definitivo del mejor futbolista de todos los tiempos, en la salida de medio tiempo de un Superclásico y con una de sus dos camisetas más queridas, a su vez estaba naciendo la idolatría más grande de la historia de Boca. Juan Román Riquelme ya había debutado, pero la unción fue esa noche y a partir de ahí desanduvo un camino único en el club de La Ribera.
Tanto es así que en ese sendero inédito, sin parangón, no sólo hay un cambio mítico -del más grande en Boca en lugar del más grande en el fútbol mundial-, once títulos con aporte más determinante que el de cualquier otro futbolista en cualquier otro título, y cientos de asistencias incomparables. También hay una tarde increíble en la que el pueblo boquense -salvo "los de atrás del arco"-, lo eligió a Riquelme a los gritos por sobre el mismísimo Maradona. Y un banderazo nacional único en la historia del fútbol argentino para pedir por un solo jugador. Y un "Cabildo abierto" que produjo una verdadera revolución que terminó con "el orden conservador" en el club, gracias a una "cadena nacional" que fue su aporte inédito a Boca desde afuera de la cancha.
Y en ese camino, además, hay un mito del eterno retorno sólo comparable al que protagonizó el propio Maradona.
Es que Diego, hasta ese final irremediable, siempre estuvo volviendo. Tanto que ya había dirigido dos equipos como técnico, Mandiyú y Racing, antes de sus últimos retornos. Volvió para un repechaje contra Australia cuando ya había dicho que no jugaba más para Argentina. Volvió después de los dos dóping, el de Nápoli y el de la Selección. Volvió después de que le cortaron las piernas. Volvió después de escaparse una noche en Mar del Plata y faltar a un partido de Newell"s. Volvió en Sevilla. Volvió en Corea con Boca. Y volvió en la Bombonera, con cabello de dos colores, para un centro inolvidable que terminó en cabezazo agónico de Scotto.
A Riquelme no le pasaron tantas cosas raras en su cuerpo aunque sí fueron variadas las vicisitudes del alma. Pero también siempre estuvo volviendo. Aunque nada más que a Boca. Siempre a Boca. Aquel partido contra Rosario Central en la Bombonera. Aquel Superclásico del segundo retorno, en Mar del Plata. Aquel regreso, con vuelta, olímpica, y final de Libertadores, de 2011/2012, cuando muchos lo daban como ex jugador. Y esta vuelta, quizá la más deseada, por más inesperada.
Y si bien Román nunca tuvo tantas contradicciones como Diego y se mantuvo más firme en sus convicciones y códigos -tanto que por ello se perdió nada menos que un Mundial-, sí se permitió -aunque no se lo quieran permitir los demás, o "algunos demás"-, cambiar de parecer por una vez. Esta vez.
Todos en algún momento en nuestras vidas aseguramos algo y terminamos haciendo lo contrario. Ahora pareciera que el único que no puede es Riquelme. Y sin considerar, además, que con su cambio "de palabra" no perjudicó a nadie, más bien todo lo contrario. O quizá sí. Los que más se agarran de "la palabra" de Riquelme son los más perjudicados con su eterno retorno: no pueden resolver su propia contradicción entre amor y odio. Se supone que aprecian, como la mayoría, el fútbol que verdaderamente le gusta a la gente, pero no pueden soportar que en la Argentina lo enarbole mejor que nadie el que más se apresuraron en denostar, siempre.

El largo camino de regreso a casa






Riquelme vuelve a ser el 10 de Boca. Se termina la suspensión del contrato y su primer entrenamiento será el lunes. Debutaría en esta nueva etapa el 3 de marzo ante Unión.

Juan Román Riquelme, el máximo ídolo de la historia de Boca,  volverá a jugar en el club de La Ribera luego de siete meses, después de expresar su deseo de terminar con la suspensión del contrato y se se entrenará desde el próximo lunes y debutará, en esta nueva etapa, probablemente el 3 de marzo en la Bombonera ante Unión, por la cuarta fecha del Torneo Final del fútbol argentino.
El último partido que jugó el máximo referente de la historia del club fue el 4 de julio de 2012, en la segunda final de la Libertadores, y luego de varias idas y vueltas, "chicanas" y "operaciones" gestadas por alguna parte de la dirigencia y algunos periodistas, para cerrarle la puerta del retorno, su amor por la camiseta pudo más y cambió su decisión, incluso con un llamado de él a Carlos Bianchi y dispuesto a ceder posiciones en la verdadera "batalla" de nuevas operaciones que se gestaron en las últimas horas.
Incluso hasta pasado el mediodía se buscó una vez más que Riquelme torciera su decisión. Con "operaciones" parecidas a cuando se lanzó la mentira del "dólar blue", se empezó a asegurar que Román no aceptaría nuevos condicionamientos para un contrato que ya está firmado y del que solo se tenía que levantar la licencia.
Pero esta vez Riquelme exigió solo "jugar de local" y recibió a los dirigentes en su casa, dónde trascendió que les lanzó:  "Yo solo quiero volver a jugar en Boca, ustedes hagan lo que quieran". Ante eso, para no quedar una vez más en off side, los dirigentes habrían reculado en la idea de algunos de ponerle nuevas condiciones, para no quedar aun más expuestos.
Riquelme decidió que la reunión fuera en su casa justamente para que no ocurriera lo de fines de diciembre pasado, cuando a los 5' de cada cónclave se salió a decir que había exigido más tiempo de contrato o un "dólar blue".
Los condicionamientos que le quisieron poner ahora y la respuesta y predisposición de Riquelme para volver a pesar de todo demuestran como había sido la real historia de hace un mes.
Riquelme retomará los entrenamientos el lunes por la mañana y volverá a las canchas "en marzo, cuando empezará a percibir los haberes, ya que durante la pretemporada que hará en febrero no cobrará", según dijo el presidente del club, Daniel Angelici.
Tras la segunda derrota de verano de Boca ante River en el verano, el astro llamó a Bianchi para ofrecerle volver al club porque lo veía "sufriendo". "Quiero que suframos juntos", le dijo Román al entrenador.
"Con 34 años, es una pena que no esté jugando al fútbol. Creo que eso es lo que se debe estar planteando. Si hubiera venido con nosotros a la pretemporada, estaría mejor de lo que está hoy", aseguró ayer Bianchi, en conferencia de prensa.
"Lo que pasa con Román es que se dio cuenta de que no tiene que dejar de jugar al fútbol", añadió Bianchi.
Riquelme se reunió, al cabo, con el representante del jugador, Daniel Bolotnicoff, Angelici y César Martucci, el secretario del club, en su casa de Don Torcuato durante dos horas y media.
Tras el cónclave, se concretó el retorno, al cabo sin tocar ningun punto del contrato que tiene hasta mediados del año próximo.

Las posiciones de Angelici y Bianchi

"Recién terminamos la reunión de Comisión Directiva, les comenté la charla telefónica que tuve en la semana y hoy (por ayer) la reunión personal con el entrenador. La comisión ha decido por unanimidad, que por la voluntad del jugador de volver a entrenar, retorne al club", dijo Angelici.
"El tenía un contrato vigente que se va a respetar. Aclaramos algunas cuestiones. Quería charlar cara a cara, algunos dirigentes tenían la duda por los siete meses parado y las dos pretemporadas que no hizo. Es hincha de este club. Nos manifestó que tenía la voluntad de cumplir con los 18 meses y luego dejar de jugar para trabajar con esta Comisión Directiva", agregó el presidente.
Antes de juntarse con Riquelme, Angelici se reunió con Bianchi en Casa Amarilla por la mañana y el técnico le expresó que no tenía un jugador como él en el plantel. Y todo parece indicar que fue fundamental su opinión para el desenlace de la historia. Igual, lo más importante fue la propia decisión del 10. Si los dirigentes o el DT igual miraban para otro lado, les quedaba poco margen para el futuro próximo...