Es argentino hoy el mejor futbolista del mundo. O el más destacado en este momento. Pero además se arriesga que disputará el sitial del mejor jugador de la historia, que le pertenece a su actual entrenador en la Selección, y que también es argentino.
No nos llamemos a engaño. Lio Messi es el mejor de todos, podrá ser o no, como dicen algunos, el más importante en la historia (tiene el Mundial o varios mundiales por delante para demostrarlo), y es un genuino producto genético del fútbol argentino. Es cierto. Pero no es un producto de la "cantera" o "fábrica de sueños" de las inferiores de nuestro fútbol.
Por el contrario, se sabe, Messi es "canterano" de Barcelona. Y nada es casual. La frescura de Messi, con genes argentinos, se desarrolló con la contención de Barcelona, de su actual entrenador Pep Guardiola, con la "escuela Cruyff" desde las inferiores y en el contexto de un fútbol español que privilegia desde hace varios años el toque y el buen juego por sobre "la furia" de otrora, que apuesta más al desarrollo de la técnica que al "laboratorio".
¿Hubiera podido Messi crecer libre en su frescura, con esa contención, con esa tranquilidad, en la histeria que domina hoy y desde hace mucho nuestro fútbol? Probablemente sí, porque es un "superdotado", pero seguramente con más dificultades. De cualquier forma sería una excepción. Porque lo que domina hoy al fútbol argentino es eso, la histeria.
Y empecemos por nosotros: histeria que probablemente parta de los mensajes equivocados desde la prensa. Histeria que germina en los pibes y se expande en técnicos de inferiores y padres descontrolados. Equipos de inferiores que juegan "con línea de 3" (algo que, además, encierra incapacidad: la línea de 3 es más fácil de explicar), con "carrileros", sin laterales genuinos, en algunos casos sin enganches o conductores. Y con entrenadores que le apuntan más al resultado que a la formación, y padres que insultan a los árbitros y a esos mismos técnicos. Y representantes que acechan como "buitres".
(A propósito: material imperdible para entender el fútbol argentino de hoy es el documental "Argentina y su fábrica de fútbol", de Sergio Iglesias, que presentó ayer la Universidad Nacional de Mar del Plata y que probablemente muy pronto se pueda ver por TV en el Canal Encuentro).
El resultado de esa histeria, de este estado de cosas, no es casual. En primera división el fútbol argentino es hoy una confusión generalizada. Y, lo más grave, es que lejos de formar algún Messi, cada vez aparecen menos jugadores con proyección y personalidad. Se los apura, se los frustra, se los carga de obligaciones, y no tuvieron la formación técnica necesaria desde abajo. Algunos hasta casi no saben pegarle a la pelota.
Y entonces Boca y River no sólo penan en el fondo de la tabla sino que tienen que renovar más de medio plantel y no saben de dónde rescatar los reemplazantes. Más Boca que River mira para atrás y se encuentra con un abismo. River mejoró el trabajo en inferiores y hay alguna esperanza. En cambio justamente Abel Alves le había advertido a LA CAPITAL hace dos años que lo que viene desde abajo en Boca no es tan bueno como lo que pasó.
Y la histeria nos tapa. En River asume Passarella, quien pone en inferiores un entrenador como J.J. López, muy idóneo y con conceptos claros para la reconstrucción desde la base, pero ya le echan culpas al nuevo presidente por un plantel de primera y las divisiones más grandes por las que no es responsable.
Y en otro grande un técnico que fue primero y último, cambia 8 jugadores por partido y los futbolistas ya no saben qué puesto ocupan. Y en otro en una semana se pierde un DT y un manager que son los entrenadores más ganadores de la historia del club, y a los pocos días también "eyecta" al arquero con más títulos. Y al arquero que lo reemplazó, con errores antiguos y nuevos, se lo saca a su vez media hora antes de un partido y el pibe reacciona con una falta de respeto que no tuvo el más consagrado que aceptó ir al banco "sin chistar".
Está todo dado vuelta. No se respetan trayectorias ni identidades ni tiempos ni investiduras. Se juega como se vive. Y todo se mide como a uno le conviene en la feria. No dar quórum es "antidemocrático" si lo hace el otro. Si lo hace uno, no. Sembrar o promover "el caos" y el apocalipsis le conviene a muchos. Desde un púlpito de televisión, desde una banca, o desde el banco. En la cancha o fuera de ella.
Menos mal que Lio se formó en Barcelona. Y no en este lío. Si no hubiera sido así, capaz que ya no teníamos chances en el Mundial?
No nos llamemos a engaño. Lio Messi es el mejor de todos, podrá ser o no, como dicen algunos, el más importante en la historia (tiene el Mundial o varios mundiales por delante para demostrarlo), y es un genuino producto genético del fútbol argentino. Es cierto. Pero no es un producto de la "cantera" o "fábrica de sueños" de las inferiores de nuestro fútbol.
Por el contrario, se sabe, Messi es "canterano" de Barcelona. Y nada es casual. La frescura de Messi, con genes argentinos, se desarrolló con la contención de Barcelona, de su actual entrenador Pep Guardiola, con la "escuela Cruyff" desde las inferiores y en el contexto de un fútbol español que privilegia desde hace varios años el toque y el buen juego por sobre "la furia" de otrora, que apuesta más al desarrollo de la técnica que al "laboratorio".
¿Hubiera podido Messi crecer libre en su frescura, con esa contención, con esa tranquilidad, en la histeria que domina hoy y desde hace mucho nuestro fútbol? Probablemente sí, porque es un "superdotado", pero seguramente con más dificultades. De cualquier forma sería una excepción. Porque lo que domina hoy al fútbol argentino es eso, la histeria.
Y empecemos por nosotros: histeria que probablemente parta de los mensajes equivocados desde la prensa. Histeria que germina en los pibes y se expande en técnicos de inferiores y padres descontrolados. Equipos de inferiores que juegan "con línea de 3" (algo que, además, encierra incapacidad: la línea de 3 es más fácil de explicar), con "carrileros", sin laterales genuinos, en algunos casos sin enganches o conductores. Y con entrenadores que le apuntan más al resultado que a la formación, y padres que insultan a los árbitros y a esos mismos técnicos. Y representantes que acechan como "buitres".
(A propósito: material imperdible para entender el fútbol argentino de hoy es el documental "Argentina y su fábrica de fútbol", de Sergio Iglesias, que presentó ayer la Universidad Nacional de Mar del Plata y que probablemente muy pronto se pueda ver por TV en el Canal Encuentro).
El resultado de esa histeria, de este estado de cosas, no es casual. En primera división el fútbol argentino es hoy una confusión generalizada. Y, lo más grave, es que lejos de formar algún Messi, cada vez aparecen menos jugadores con proyección y personalidad. Se los apura, se los frustra, se los carga de obligaciones, y no tuvieron la formación técnica necesaria desde abajo. Algunos hasta casi no saben pegarle a la pelota.
Y entonces Boca y River no sólo penan en el fondo de la tabla sino que tienen que renovar más de medio plantel y no saben de dónde rescatar los reemplazantes. Más Boca que River mira para atrás y se encuentra con un abismo. River mejoró el trabajo en inferiores y hay alguna esperanza. En cambio justamente Abel Alves le había advertido a LA CAPITAL hace dos años que lo que viene desde abajo en Boca no es tan bueno como lo que pasó.
Y la histeria nos tapa. En River asume Passarella, quien pone en inferiores un entrenador como J.J. López, muy idóneo y con conceptos claros para la reconstrucción desde la base, pero ya le echan culpas al nuevo presidente por un plantel de primera y las divisiones más grandes por las que no es responsable.
Y en otro grande un técnico que fue primero y último, cambia 8 jugadores por partido y los futbolistas ya no saben qué puesto ocupan. Y en otro en una semana se pierde un DT y un manager que son los entrenadores más ganadores de la historia del club, y a los pocos días también "eyecta" al arquero con más títulos. Y al arquero que lo reemplazó, con errores antiguos y nuevos, se lo saca a su vez media hora antes de un partido y el pibe reacciona con una falta de respeto que no tuvo el más consagrado que aceptó ir al banco "sin chistar".
Está todo dado vuelta. No se respetan trayectorias ni identidades ni tiempos ni investiduras. Se juega como se vive. Y todo se mide como a uno le conviene en la feria. No dar quórum es "antidemocrático" si lo hace el otro. Si lo hace uno, no. Sembrar o promover "el caos" y el apocalipsis le conviene a muchos. Desde un púlpito de televisión, desde una banca, o desde el banco. En la cancha o fuera de ella.
Menos mal que Lio se formó en Barcelona. Y no en este lío. Si no hubiera sido así, capaz que ya no teníamos chances en el Mundial?
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