Ahora sí empezó la fiesta. A horas del show inaugural de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010, que será hoy en Soweto, con Shakira, Juanes y compañía, y a poco del comienzo del fútbol propiamente dicho, se puso en marcha la maquinaria del otro Mundial, la del Mundial de la gente, con la particularidad de que aquí se trata, en gran parte, de gente que vivió oprimida durante muchos años y que ahora da riendas sueltas a la libertad.
En una bella jornada de sol, que rozó los 20 grados, poco después del mediodía se desató esa fan fest espontánea, que también disfrutamos en París, en la Place de la Concorde , a poco del inicio del Mundial de Francia, y en las calles de Frankfurt, cuando estaba por arrancar Alemania 2006.
La fan fest fue una idea de la FIFA para las plazas de las ciudades sedes de la Copa del Mundo, que hizo eclosión en Alemania, con pantallas gigantes, y miles de personas de diferentes nacionalidades jugando su Mundial aunque no tuvieran tickets para ir a la cancha. Y que incluso se extendió a ciudades no mundialistas.
Después del primer día en Johannesburgo, y con los problemas de comunicaciones y transporte que se presentan, comentábamos ayer entre colegas camino a Sandton,- uno de los centros neurálgicos de la ciudad-, que iba a ser difícil que esa imagen se repitiera aquí, o que pudieramos tomar una cerveza a la vera de una avenida viendo pasar esa fiesta de aficionados de todo el mundo como, por ejemplo, lo hacíamos en Sttutgart cuatro años atrás. Error. Apenas media hora después, cuando llegamos al Nelson Mandela Square, la plaza de Nelson Mandela, pegada al shopping más importante de aquí, nos encontramos con una de esas celebraciones populares, con todos los colores y todos los sonidos, aunque en este caso con una gran mayoría de sudafricanos, y entre ellos la mayor parte sudafricanos negros, vistiendo camisetas de distintas selecciones,-más de Brasil y del propio seleccionado local que del resto-, cantando y bailando, y haciendo sonar todo el tiempo sus vuvuzelas (cornetas). Se dice que salieron a la calle un millón de personas, en lo que los mismos dueños de casa denominaron el Día del Mundial.
Y en un instante preciso, cientos se decidieron a hacer rondas alrededor del Monumento Nelson Mandela (imponente), al grito de “Mandela, Mandela/Mandela, Mandela…”, con las vuvuzelas y otros instrumentos a todo volúmen..
No es para menos. Ellos son invitados a esta fiesta gracias a él. Y hasta la pueden armar ellos mismos. Fue el hombre que les cambió la vida. El que hizo posible que, por ejemplo, pudieran bailar y cantar en un centro comercial de la ciudad, como lo están haciendo ahora. Este, y muchos de otros lugares de la ciudad, este y muchos otros placeres, estaban vedados para los negros hasta el comienzo de los 90, cuando Mandela puso en marcha esta revolución de la libertad que hoy disfrutan.
Falta mucho por vivir aquí, por asimilar y explicar, y es imposible clarificarlo en un solo envio, pero ese baile alrededor del Monumento Nelson Mandela traza una primera aproximación a la Sudáfrica de hoy, a la Sudáfrica del Mundial.
No es que la opresión se terminó ni mucho menos.
Aquí todavía hay mucha desigualdad, y no solo económica. Aquí la mucama que hace la limpieza de nuestras habitaciones por la mañana, trabaja descalza, en pleno invierno. Y evidentemente con una sumisión a sus empleadores (blancos) que no se puede entender ni aceptar.
Aquí Mario, nativo de Mozambique, quien maneja el auto que alquilamos (para nosotros sería muy complicado, con el volante a la derecha y el caos de tránsito en las autopistas, con los carriles al revés) se sorprende cuando le pedimos que nos acompañe en nuestra mesa para cenar. Ellos a menudo no son invitados a la misma mesa. Pero hoy sí son invitados a la misma fiesta del Mundial. Gracias a Mandela. Porque él ideó el cambio después de 27 años de cárcel, y apuntó a la “unión de blancos y negros de forma espontánea y emocional, y vio con claridad que el deporte era una estrategia extraordinaria para lograrlo” (John Carlin, El Factor Humano, Seix Barral).
Esa estrategia contempló primero el Mundial de rugby (1995), como señal de buena voluntad a la minoría blanca que detentaba el poder y para demostrarles que no habría venganza, y después el Mundial de fútbol (2010), para que los negros tuvieran su propia fiesta y comprobaran ellos mismos el terreno que se había ganado.
Queda mucho camino por recorrer. Pero un buen paso será dado cuando la pelota empiece a rodar a las cuatro de la tarde de mañana (11 de la Argentina ), en el Soccer City, en Sudáfrica – México. Ese puntapié inicial, entonces, abrirá mucho más que un Mundial de fútbol. Será un golazo consumado en toda la estrategia pensada por el Mandela estadísta para ese objetivo del verdadero gobierno del pueblo, “un hombre, un voto”, sea blanco o negro.
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