Informe de la situación (ahora en Boca)

Lo de Pedro Pompilio fue un puñal al corazón. El suyo. Y el de Boca. Ese es el jugador que todavía no pudo reemplazar. En lo estrictamente deportivo fue nada más y nada menos que el hilo conductor en el brillante ciclo de diez años de Boca que, en ese lapso, fue el club que más títulos cosechó en el fútbol del mundo. Y quizá el ciclo más exitoso de un equipo cualquiera en período similar, contando todas o casi todas las ligas más importantes.
Pompilio era ya influyente dirigente de Boca en la era Alegre-Heller, el tiempo de la reconstrucción que sentó las bases de esa etapa histórica. Pompilio retomó la idea Bianchi mucho después que le hubiera ofrecido el cargo el propio Heller, y poco después que Mauricio Macri se equivocara feo con Carlos Bilardo y Héctor Veira.
Pompilio siempre fue el conciliador, el nexo, entre las tres "patas" fundamentales del fútbol, dirigentes, cuerpo técnico y jugadores. Incluso en los tiempos más tirantes de algunas de esas relaciones.
Pompilio fue clave en la excelente política de compras y ventas de Boca en todo este ciclo. Más allá de un par de aciertos de Macri con impronta propia, como la llegada de Rodrigo Palacio, está claro que si fue Carlos Bianchi el gran arquitecto de este edificio, Pompilio fue el maestro mayor de obras.
Pompilio fue el responsable de muchas vueltas de hijos dilectos del club. También de los retornos del propio Bianchi. El último, el que ejecutó acertadamente Amor Ameal, ya lo había ideado el anterior presidente, aunque de otra forma.
La primera vez que retornó Riquelme, fue por solo seis meses, y fue funcional a la campaña política de Macri, en la previa de las elecciones de la Capital. Pero después, para que vuelva como verdadero jugador de Boca, la ingeniería fue de Pompilio, con la colaboración inestimable de Julio Grondona. Pero como Macri no se terminaba de ir, con sus licencias en pie (porque también le era funcional a su campaña quedar como presidente de Boca hasta el final), la llegada de Riquelme se retardó y no pudo jugar el Mundial de Clubes.
Pompilio fue el último exitoso mediador en las diferencias entre Riquelme y Palermo. También entre Cáceres y Riquelme, y al cabo de su negociación llegó el triunfo ante River y el abrazo entre ambos futbolistas.
Se podrían contar mil historias más con Pompilio como hacedor o nexo. Pompilio no está más. Y es la ausencia que más se nota en Boca.
Ahora las guerras intestinas dirigenciales, los celos con la llegada de Bianchi, y algunos problemas que quizá persistan en el plantel (también en esa cuestión, no solo lo futbolístico, hay que mirar por el lado de la defensa) oradan el ánimo del propio Alfio Basile, un técnico casi infalible en Boca, quien en la anterior etapa ganó cinco títulos de cinco campeonatos disputados.
Pero otra vez la ausencia de Pompilio se nota más claramente en la política de compras y ventas. Boca se quedó en los últimos meses sin tres jugadores fundamentales, que hacían "medio" equipo: Dátolo, Vargas y Palacio. Basile, para una renovación necesaria, había pedido a Clemente Rodríguez (hoy ya juega en gran nivel en Estudiantes), Rolando Schiavi, Prediger o Bolatti y Gonzalo Bergessio o un delantero de similar jerarquía. Esto que pasa lo vio antes. No había un Pompilio para allanarle el camino.
Bianchi, está claro, tuvo más éxito como técnico que como manager. No quizá porque no esté preparado para esta función, que ya incluso cumplió en Europa. Sino porque le tocó manejar una "economía de guerra", un poco heredada (con Macri como uno de los responsables) y otro poco por la cuestión internacional, y quizá le faltó muñeca, decisión o billetera para responder a alguno de los requerimientos de Basile.
Hoy tanto el propio Bianchi como los dirigentes necesitan que Basile se quede, al menos por ahora. Una salida tan prematura sería un gran papelón para un club como Boca, que los arrastraría a todos ellos. Entonces el propio Basile debería hacerse fuerte con la necesidad de los que le pidieron que se quedara.
Basile estaría reclamando, entonces, por estas horas, que se terminen las internas de dirigentes, que nadie se meta con su trabajo pero que Juan Carlos Crespi vuelva a estar cerca del vestuario, que al menos ahora le traigan el delantero de jerarquía para reemplazar a Noir (por el grado de su lesión, la AFA debe autorizar una incorporación), que permitan una mini-pretemporada en Tandil o Carlos Paz que solicitó el profesor Dibos para el receso que se viene por la Selección.
Basile, finalmente, también por estas horas, le estará pidiendo a algunos jugadores que soporten sin "chistar" que se los pare, y a todos que le demuestren compromiso y disposición para revertir este presente.
Continuará. Pero todos deberán asumir que Pompilio ya no está más. Y en su memoria, tendrán que hacer las cosas un poco mejor...

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