Fútbol y memoria

Fue una gran noticia.Pero como fue una buena noticia, no tuvo la debida repercusión. Tan tergivesada está la cuestión hoy por hoy en los medios en Argentina.

Parte del plantel del fútbol de primera división de Huracán, por iniciativa de su entrenador, Angel Cappa, y por invitación del Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Duhalde, visitó uno de los campos de exterminio más tenebrosos de la última dictadura militar en Argentina para dar testimonio de memoria.

En efecto, el entrenador Angel Cappa; el presidente de Huracán, Carlos Babington; el ayudante de campo y ex jugador del campeón del ’73, Francisco “Fatiga” Russo; los capitanes del equipo, Paolo Goltz, Carlos Arano y Mario Bolatti; el preparador físico Alejandro Frega, el entrenador de arqueros Héctor Yañez, el kinesiólogo Daniel Arias, el delegado Osvaldo Guillini, más algunos simpatizantes, y periodistas, recorrieron las instalaciones de uno de los centros de detención y exterminio más grandes del país durante la época del Terrorismo de Estado (1976-1983), las salas de tortura y de detención clandestina de la ex Esma (Escuela Mecánica de la Armada), hoy re-bautizado Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos Humanos. En total fueron un grupo de 30 personas guiado por las 17 hectáreas que pertenecieron a las Fuerzas Armadas.

Y también estuvieron Julio Morresi y Bruno Palermo, padres de jóvenes desaparecidos por el mismo Gobierno de facto. Julio, además de ser un reconocido hincha de Huracán, es el padre de Claudio, ex jugador y actual Secretario de Deporte de la Nación.

“Asusta saber que por acá pasaron 5.000 tipos y sólo 100 sobrevivieron“, dijo Babington. “Todo esto es muy fuerte y representa el conocimiento de nuestra historia”, le dijo a deportes.gov.ar, el entrenador de Huracán, Angel Cappa.

"Esto representa el conocimiento de nuestra historia y un homenaje a todos esos chicos que en aquel momento soñaban con una Argentina más justa, más solidaria e igualitaria. Ellos pagaron con su vida esos sueños”, remarcó Cappa, quien en los 70 decidió irse del país por la gravedad de la situación y ante la posibilidad de ser una victima más del exterminio, teniendo en cuenta su compromiso y militancia política de siempre.

Y dijo Carlos Arano: “somos jóvenes y no vivimos esa realidad. Después de ver el vídeo que nos mostraron y escuchar a las Madres de Plaza de Mayo da bronca, siempre es bueno conocer la historia para entender mejor a nuestros padres y para que a través de nuestros hijos podamos construir un país mejor”.

La noticia,-salvo excepciones-, no tuvo la difusión que debiera, al menos en un espacio siquiera cercano al que se ocupa para repetir veinte veces una misma crónica policial, de la forma más descarada e irresponsable, para que parezcan veinte delitos diferentes, incluso con la utilización de la desesperación de las víctimas y sus familiares.

La memoria no vende, ni parece que deje rédito político. Algunos de los espacios que omiten estas informaciones gratificantes son los mismos que, durante dos días, los de la emotiva despedida de la gente a Raúl Alfonsín, olvidaron sus crónicas amarillas (¿o no hubo delitos en esos dos días?) para mostrar un Padre de la Democracia "edulcorado", a quien supuestamente solo le interesaba "dialogar" y "consensuar", para oponer al "país de la crispación". Los espacios que repitieron una y otra vez los discursos de Alfonsín pero,-oh casualmente-, no su enérgica respuesta en la misma Sociedad Rural, cuando trató de "fascistas" a los dueños de casa, que no lo dejaban hablar y silbaban, los mismos que habían ovacionado antes a Videla y después a Menem. Los medios, y "sus prestigiosos periodistas republicanos" que, curiosamente, no repitieron esta semana el comentario claramente destituyente que lanzó, con sonrisa sarcástica, el ahora titular de la Sociedad Rural, Hugo Biolcatti, en el programa de Mariano Grondona.

De quién no tiene enemigos, hay que desconfiar. Alfonsín los tenía, y combatía esos poderes ocultos, por eso lo voltearon. No era el Alfonsín que hoy, increiblemente, los propios correligionarios quieren inventar. Cappa y sus muchachos tienen enemigos. En la cancha y en la vida. Los mismos que tenemos nosotros. Y así como se comprometen con el juego,-de una manera artística notable y, por lo visto, también efectiva-, y se oponen a los mezquinos, se comprometen también con la vida, con un país más justo y equitativo, y contra los mercaderes de la muerte. Que siempre están al acecho, aunque hoy disfrazados y edulcorados. El Huracán de la memoria lo hace, aunque algunos no les den pelota.

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