Julio César Falcioni metió a Boca en una nueva crisis. Innecesaria. Nunca tan sin sentido.
Se había recuperado el orden en la cancha en el verano (claro que contra rivales muy “chiquitos”, a pesar de ser “grandes”) y también la paz interior en el trabajo de pretemporada, que todos hicieron por igual, incluso el astro mayor, Juan Román Riquelme, con las reservas del caso porque venía de una lesión complicada y una larga inactividad, tanto como Sebastián Battaglia.
Lo cierto es que Boca parecía volver a las aguas calmas, a pesar del año político, de las operaciones espurias del macrismo y los continuos desatinos de toda la dirigencia, desde la muerte del imprescindible Pedro Pompilio hasta acá.
Falcioni, de repente, volvió a poner a Boca en crisis. Habrá de descifrar si solo lo hizo por impericia, porque evidentemente le queda grande el desafío, o envuelto también en aquellas operaciones que, entre otras cosas, intentan demostrar que no estaban equivocados cuando hicieron campaña en contra de la renovación de Riquelme. Quienes impulsan ese entramado, obviamente, le tienen miedo al 10 en la cancha, dónde más fácil les puede hacer el “Topo Gigio”. No participan de esa “movida” únicamente dirigentes, aunque el objetivo principal es allanar la candidatura a presidente del ex tesorero que pidió la votación en contra del ídolo mayor (O quiza de su jefe si, como se presume, después de octubre se queda sin nada). También hay periodistas, algunos estrechamente vinculados al macrismo, uno de ellos de trato diario e íntimo con el DT.
Cuesta entender también la negligencia del presidente Ameal, que se deja arrastrar por esa operación. La única bandera que le queda es Riquelme, y contrata un entrenador que no arma un proyecto alrededor del 10 y que ni siquiera lo prefiere. Y ahora permite esta ola que le pasa por encima. Dejar afuera a Riquelme es claramente un mensaje anti-Ameal, además de perjudicar a todo Boca.
O el presidente cometió un doble error, al contratar por segunda vez un DT que antepone al sistema por sobre los hombres con dogmatismo fanático y al no preguntarle si Riquelme estaba seguro en su proyecto, o Falcioni le mintió tanto como lo hizo con nosotros cuando dijo que “con Riquelme, Boca juega con ventaja” o que imaginaba un Boca “con seis para defender y cuatro para atacar”, con Somoza, Battaglia, Erviti y Riquelme como su mediocampo modelo y titular. Una mentira o un silencio adrede para llegar a la ambición de ser técnico de Boca sin estar a la altura.
Ahora resulta que dice que saca a Riquelme “por funcionamiento” y Boca sale a jugar en la Bombonera con un 4-4-2. “Es la primera vez en muchos años que un técnico de Boca sale a jugar de local con dos líneas de cuatro, ¿alguien me puede explicar esto?”, nos decía el sábado uno de los plateistas enfurecidos a la salida de la Bombonera.
Y así fue nomás. Y Erviti entró ¡cómo “doble cinco”. Y es cierto que el equipo recuperó algo del orden que había mostrado en el verano, y que fue más vertical y peligroso que contra Racing, pero también es verdad que el único pase a un compañero con posibilidades de herir a otro rival “muy chiquito” volvió a hacerlo el arquero Javier García. Y el mejor pasador de la Argentina lo estaba viendo en un sillón mullido en la casa.
Falcioni volvió a poner a Boca en crisis. Y de ninguna forma Boca podrá salir indemne. O perderá por un tiempo a su máximo ídolo y mejor jugador, que además es el futbolista más claro de Argentina; o sufrirá un demasiado abrupto cambio de entrenador; o sobrevendrá una convivencia forzada, con una relación ya rota en forma prematura porque el DT mandó a Bochini,-el diferente, el distinto, el que marca el desequilibrio, el que entiende el juego como nadie-, a correr alrededor de la cancha, mientras 22 jugadores “standart” hacían fútbol adentro de ella. Bochini, o Alonso, o Maradona, o Francescoli, no lo hubieran permitido, hubieran reaccionado. Riquelme, al que tildan de “indisciplinado”, lo aceptó como un profesional, tanto como recibir la pechera suplente sin ninguna explicación y salir a demostrar que es mejor que cualquiera de los titulares.
Volvió el “cabaret”. A no confundir los responsables. El problema no estaba en el vestuario. Sino en los que se meten para contaminarlo.
Twitter: @vitomundial / @vito2014
Se había recuperado el orden en la cancha en el verano (claro que contra rivales muy “chiquitos”, a pesar de ser “grandes”) y también la paz interior en el trabajo de pretemporada, que todos hicieron por igual, incluso el astro mayor, Juan Román Riquelme, con las reservas del caso porque venía de una lesión complicada y una larga inactividad, tanto como Sebastián Battaglia.
Lo cierto es que Boca parecía volver a las aguas calmas, a pesar del año político, de las operaciones espurias del macrismo y los continuos desatinos de toda la dirigencia, desde la muerte del imprescindible Pedro Pompilio hasta acá.
Falcioni, de repente, volvió a poner a Boca en crisis. Habrá de descifrar si solo lo hizo por impericia, porque evidentemente le queda grande el desafío, o envuelto también en aquellas operaciones que, entre otras cosas, intentan demostrar que no estaban equivocados cuando hicieron campaña en contra de la renovación de Riquelme. Quienes impulsan ese entramado, obviamente, le tienen miedo al 10 en la cancha, dónde más fácil les puede hacer el “Topo Gigio”. No participan de esa “movida” únicamente dirigentes, aunque el objetivo principal es allanar la candidatura a presidente del ex tesorero que pidió la votación en contra del ídolo mayor (O quiza de su jefe si, como se presume, después de octubre se queda sin nada). También hay periodistas, algunos estrechamente vinculados al macrismo, uno de ellos de trato diario e íntimo con el DT.
Cuesta entender también la negligencia del presidente Ameal, que se deja arrastrar por esa operación. La única bandera que le queda es Riquelme, y contrata un entrenador que no arma un proyecto alrededor del 10 y que ni siquiera lo prefiere. Y ahora permite esta ola que le pasa por encima. Dejar afuera a Riquelme es claramente un mensaje anti-Ameal, además de perjudicar a todo Boca.
O el presidente cometió un doble error, al contratar por segunda vez un DT que antepone al sistema por sobre los hombres con dogmatismo fanático y al no preguntarle si Riquelme estaba seguro en su proyecto, o Falcioni le mintió tanto como lo hizo con nosotros cuando dijo que “con Riquelme, Boca juega con ventaja” o que imaginaba un Boca “con seis para defender y cuatro para atacar”, con Somoza, Battaglia, Erviti y Riquelme como su mediocampo modelo y titular. Una mentira o un silencio adrede para llegar a la ambición de ser técnico de Boca sin estar a la altura.
Ahora resulta que dice que saca a Riquelme “por funcionamiento” y Boca sale a jugar en la Bombonera con un 4-4-2. “Es la primera vez en muchos años que un técnico de Boca sale a jugar de local con dos líneas de cuatro, ¿alguien me puede explicar esto?”, nos decía el sábado uno de los plateistas enfurecidos a la salida de la Bombonera.
Y así fue nomás. Y Erviti entró ¡cómo “doble cinco”. Y es cierto que el equipo recuperó algo del orden que había mostrado en el verano, y que fue más vertical y peligroso que contra Racing, pero también es verdad que el único pase a un compañero con posibilidades de herir a otro rival “muy chiquito” volvió a hacerlo el arquero Javier García. Y el mejor pasador de la Argentina lo estaba viendo en un sillón mullido en la casa.
Falcioni volvió a poner a Boca en crisis. Y de ninguna forma Boca podrá salir indemne. O perderá por un tiempo a su máximo ídolo y mejor jugador, que además es el futbolista más claro de Argentina; o sufrirá un demasiado abrupto cambio de entrenador; o sobrevendrá una convivencia forzada, con una relación ya rota en forma prematura porque el DT mandó a Bochini,-el diferente, el distinto, el que marca el desequilibrio, el que entiende el juego como nadie-, a correr alrededor de la cancha, mientras 22 jugadores “standart” hacían fútbol adentro de ella. Bochini, o Alonso, o Maradona, o Francescoli, no lo hubieran permitido, hubieran reaccionado. Riquelme, al que tildan de “indisciplinado”, lo aceptó como un profesional, tanto como recibir la pechera suplente sin ninguna explicación y salir a demostrar que es mejor que cualquiera de los titulares.
Volvió el “cabaret”. A no confundir los responsables. El problema no estaba en el vestuario. Sino en los que se meten para contaminarlo.
Twitter: @vitomundial / @vito2014
1 comentarios:
No se puede entender la decision de este tipo!! ES UN ANTIFUTBOL!!
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