Las certezas de Ramón, las preocupaciones de Bianchi


Las conclusiones del Superclásico en Mar del Plata
Ponzio, Vangioni, Mora, claves en River. Boca, por ahora, es el mismo desde que se quedó sin Riquelme.




Las consecuencias son de verano, las conclusiones no. Que nadie engañe a nadie. Ningún aficionado al fútbol puede creerse eso de que el Superclásico del sábado en el Minella fue un “amistoso”. Nunca lo es en el verano, mucho menos en este, con todo el clima y la expectativa de afuera, y con la enjundia con que se disputó adentro, incluso por sobre el filo del reglamento,- particularmente interpretado por Pablo Lunati, por otra parte-.
Las consecuencias son de verano, es verdad, como golondrinas, efímeras, aunque no siempre. Más de una vez se devoraron hasta entrenadores.
Pero las conclusiones siempre son perennes. Aunque Carlos Bianchi no lo admita y se queje de los tres Superclásicos seguidos, está bien claro que el sábado sacó ricas conclusiones porque el partido tuvo todas las características de uno por los puntos.
Pasa que a veces los entrenadores quieren disimular la preocupación por esas conclusiones. Pero Carlos Bianchi está suficientemente capacitado y es tan inteligente que sabrá sacarle el “jugo” necesario a ese balance. Aunque con las salvedades que sí se deben marcar en un partido de verano y en un principio de ciclo, y en una pretemporada que puede presentar diferentes niveles de trabajos físicos en cada plantel.
No obstante lo cuál quedó claro el sábado que, por ahora, con equipos titulares enfrentados (de los “indiscutibles” podrán faltar Trezeguet en River, Juan Manuel Martínez en Boca) el equipo de Ramón Díaz cuenta con más rápidas certezas a favor. Logró parar una formación que se mueve alrededor de un eje, Leandro Ponzio, un “reggista” a lo Pirlo (también salvando las distancias), que logra distribuir y ordenar partiendo desde la recuperación, siempre y cuando no se desordene y disperse él. Y ahí estuvo la primera gran diferencia. El “5” de Boca, Leandro Somoza, no solo recuperó poco, sino que lo poco que recuperó lo perdió demasiado rápido, algo que por otra parte le sucedió casi todo el año pasado.
Otras certezas de Ramón: lo bien que empezó Vangioni, lo aceptable que volvió Román, los goles de Mora, la claridad conceptual de Mauro Díaz, un enlace rescatado del ostracismo por el DT.  Eso sí, los lios que provocó Lautaro Acosta por los extremos en los primeros 25’ dejan flotando los interrogantes sobre esa “línea de tres” que puso el entrenador.
Bianchi, en cambio, con conclusiones iniciales más negativas, y no solo por el resultado, deberá tomar nota no solo de los problemas de Somoza para ordenarse y ordenar, sino también de las dificultades de Franco Sosa, del despliegue muchas veces improductivo de Walter Erviti, de los inconvenientes de la zaga y de la brecha que queda entre esa zona y la del volante central. Y da la sensación que ya habrá advertido que, por capacidades técnicas, Lucas Viatri es un delantero más integral que Santiago Silva, quien la única vez que quedó frente al arco el sábado desperdició su chance ante la buena tapada de Barovero tras exquisito pase riquelmeano de Leandro Paredes.
Y ahí hay que detenerse, irremediablemente. Las  intermitencias de Paredes. Siempre insinua que puede ser conductor. Todavía no está para asumir ese rol.
Una vez más, como desde hace tiempo, se parte en Boca desde un error de diagnóstico de los dirigentes. Por soberbia, impericia o cierta perversidad creyeron que con esto alcanzaba para volver a marcar diferencias, para aspirar a llegar a una final de la Copa. Así asumieron las tratativas para la vuelta de Riquelme, por la que nunca hicieron nada en serio. En realidad, hicieron todo. Pero para que no volviera. Le pusieron las trabas más insólitas. Y el sábado, en la cancha, se vio una vez más que su ausencia se agiganta cada vez más. El equipo fue más de lo mismo y solo se explica por Riquelme que estos jugadores hayan llegado a una final de Libertadores.
Resta saber si el plus que le puede dar Carlos Bianchi equipara esa ausencia para volver a llegar tan lejos. Nunca hay que subestimar ese plus. Aunque Bianchi no juega, ni es mago.


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