Una

“Ando por las canchas del mundo mendigando por una jugada…”, dice el brillante escritor uruguayo Eduardo Galeano, un estandarte de la identidad cultural de América, como “ la Negra ” Sosa, la Gardel femenina que despedimos ayer los argentinos con la mayor congoja.

Galeano mendiga por una jugada, por una finta, por un pase bien hecho. Conocedor de nuestras grandezas y nuestras miserias, y también profundamente de nuestro juego, Galeano es cada vez más mendigo a la hora de ver fútbol argentino.

Todos somos de algún modo Galeanos mendigos hoy en nuestras canchas. Cuesta ver dos pases seguidos. Y lamentablemente eso es literal. El problema se agudiza a la hora de ver fútbol de ascenso,-aunque siempre hay excepciones, Unión de Mar del Plata es desde hace mucho tiempo una de ellas-, en el que pareciera, a veces, que está prohibido dársela al compañero. A los del mismo color de camiseta.

Con el Aldosivi de hoy ese padecimiento, más que el placer que debería significar siempre ver fútbol, se estaba repitiendo demasiado.

Hasta que alumbró una jugada. Una. De las que mendiga Galeano. De las que todos añoramos y con las que todos soñamos cada vez que concurrimos una cancha. Cada sábado o domingo que renovamos nuestra esperanza. Por amor al fútbol.

Fue a los 45 minutos del segundo tiempo, ayer en el Minella. Hasta ahí, efectivamente, casi no habíamos visto dos pases seguidos. Ni en Aldosivi, ni en el rival, Sportivo Italiano. Pero “El Chango” Aguirre contagió con su atrevimiento, de repente empezaron a tocar todos el balón de primera, con él como eje, pasaron Frangipane y Jorge Velásquez por la acción, y, al cabo, el ex Unión desbordó con suficiencia por izquierda y mandó un centro preciso, -que por lo bien hecho también fue un pase-, y que fue directo a la cabeza de Diego Martínez, quien convirtió con frentazo también perfecto.

Después de esa jugada, una jugada, pero diferente a todas,-no solo en el partido sino casi que en el campeonato-, Aldosivi volvió a alternar buenas y malas a lo largo del segundo tiempo,- con algunos problemas defensivos que recrudecieron, con un gol increíble que se perdió Santiago Pérez y en la jugada posterior el penal, con la expulsión de Tello y la atajada oportunisima de Pablo Campodónico, que siempre está-, pero igual el contagio ya había prendido. Varias veces más los jugadores del equipo de Mar del Plata "se animaron" a dársela al compañero, y algunos de ellos hasta quisieron emular al Pablo Corti jugador para sostenerlo en el cargo de técnico.
Una jugada lo hizo posible. Y la intención de encontrar por fín una identidad. Apoyándose en el compañero, y en la pelota. Ojalá no haya vacuna para este contagio. En homenaje a Galeano. Y a todos los que andamos mendigando por las canchas del mundo por una jugada, una al menos. Y a los que apostamos al buen gusto, en el juego y en la vida. Y, ¿por qué no?, entonces, desde este espacio, a la sensibilidad única de la Negra Sosa....

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