Once

Los factores psicológicos y físicos son muy importantes. A veces ganan partidos. Nunca tan esenciales como los futbolísticos, que ganan campeonatos.

Mejor dicho, unos y otros van enlazados. Los físicos a menudo dependen de la cabeza. Ambos generalmente se subordinan a los futbolístico. O se potencian con el juego.

Uno saca fuerzas de donde no tiene impulsado por el estímulo. Pero el jugador de fútbol se siente más entero por un lado, y más seguro de sí mismo, cuando las cosas le salen bien a él y a un equipo que lo contenga.

Muchas veces se dice que el equipo que se queda con diez suele jugar mejor que con once y superar física y anímicamente al que tiene a todos. La tendencia no es tan drástica ni comprobable en las estadísticas. Puede pasar, con partidos avanzados, que el equipo que está perdiendo o empatando se levante cuando se queda con uno menos. Aparece la convicción de multiplicarse, lo físico depende de lo psicológico.

Sin embargo, lo lógico, lo que sucede más veces, es lo que ocurrió en la noche del sábado en el Minella. Al fútbol se juega con once, y el que tiene once debería marcar superioridad sobre el que tiene diez. Verdad de Perogrullo. Es lo que pasó en la victoria de Racing sobre Independiente por 2 a 1 por la Copa Revancha Ciudad de Mar del Plata del fútbol de verano.

Hubo dos clásicos de Avellaneda en el Minella. Uno, muy corto, hasta el minuto 19, fue claramente de Independiente, aunque no llegó a traducirlo en la red. Once contra once el equipo de Américo Gallego se mostró más ordenado, con preeminencia en el trámite y en el trato de la pelota, con insinuaciones interesantes de Ignacio Piatti y Patricio Rodríguez. Con un Walter Acevedo dueño del sector medio. Con una última línea que hasta ahí no tenía inconvenientes.

Pero a los 19' se hizo expulsar Carlos Matheu y fue evidente cómo se descompaginó el andamiaje del equipo. Aparecieron espacios, grietas. Walter Busse debió pasar a marcar punta. El medio ya empezó a compartirse. Y, al menos por un rato, cuando sacó diferencias, en la última parte de la primera etapa, el hombre de más le resultó cómodo al dispositivo de Racing, que se basará, al parecer, en su potencia ofensiva, pero que necesitará espacios para desplegarla.

El hombre de más, al cabo, se notó mucho en ese lapso del primer tiempo, tanto que Racing pudo ponerse dos a cero, fundamentalmente al influjo de Claudio Bieler, la figura de la cancha, no sólo porque convirtió el primer tanto y apareció en el segundo, sino y fundamentalmente, porque se movió con mucha inteligencia como pivot de ataque, como una especie de mediapunta que distribuye muy bien hacia los costados desde un sector aledaño a la media luna y que después también aparece para definir.

Pero así como el hombre de más marcó tendencia definitiva en el partido y ya Independiente no pudo revertirlo, también esa situación, e incluso la posterior expulsión de Núñez (ya dos hombres de más) desnudaron la falta de ideas de Racing, al que no le sobró nada, más allá de Bieler. Y los problemas de su dispositivo. Porque aun con la diferencia numérica, a Racing le llegaron mucho, por su bendita línea de tres (y el arquero De Olivera alternó buenas y malas), y careció de fluidez para llegar hasta los aposentos de su potencia ofensiva, por la carencia de enlaces naturales. Demasiado vértigo, poco juego.

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