La Selección, rápida y furiosa




Le alcanzó con su poder de fuego ante Paraguay. Se impuso por 3 a 1 en el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba. Un Di María encendido y destellos decisivos de Messi marcaron la diferencia.


  Desde Córdoba
                                                                                                          

Por ahora le alcanza y le sobra con su poder de fuego. Reniega casi de la alternativa de ejercer el dominio del juego. La contundencia de los iluminados de arriba y la rápida transición que encabezó Angel Di María le bastaron a la Selección Argentina de fútbol para doblegar a Paraguay por 3 a 1 en un estadio Mario Alberto Kempes colmado por más de 57.000 espectadores y un clima de gran fervor popular en Córdoba, en el marco de las eliminatorias para el Mundial de Brasil 2014.
Rápido y furioso. Así fue el comienzo de la Selección. Y el de Angel Di María. Cuando habían pasado pocos segundos de los dos minutos de juego, la presión y la velocidad en ataque de Argentina se devoró la salida de Paraguay, pelearon la pelota, la ganaron y la  jugaron Lavezzi y Messi y cuando la jugada se había ensuciado apareció Di María para ponerle un rayo de calidad y un remate combado al ángulo con el que pudo haber contribuído la espalda del propio Lavezzi pero que llevaba el impulso que le dio la estrella de Real Madrid.
Pero así como la Selección Argentina juega a una velocidad diferente también puede pasarse de revoluciones y no retener la pelota y el dominio en algunos pasajes del partido. Abusa de su poder de fuego. Como después, una vez que se hace de la pelota, marca diferencias en tres cuartos, no atesora el juego para cuando no llegue con tanta asiduidad. Y entonces puede pasar que el rival se adelante y también provoque alguna herida. Eso fue lo que ocurrió con el rústico y limitado pero aguerrido Paraguay (siempre al filo del reglamento), que avanzó unos metros y trató de reacomodarse con el manejo de Jonathan Fabbro como medio enlace. Y en un centro aislado, que no llevaba gran peligro, a los 18’, Rodrigo Braña puso la mano innecesariamente y el penal lo transformó en gol Fabbro. Uno a uno y vuelta a empezar.
Pero otra vez Argentina puso todas las velocidades y en otro destello fulminante, a los 30’,  volvió a ponerse arriba en el marcador. Di María, el mejor del equipo, peleó una pelota en el medio con decisión y la llevó con calidad, prolongó en Messi, por la derecha, dónde más hiere, y apareció el instinto goleador de Gonzalo Higuaín para el 2 a 1.
Enseguida la Selección pudo haber aumentado con un tiro libre de Messi que dio en el palo. Pero otra vez el dominio se dividió. O Argentina no lo ejerció. Porque no puede, o porque no quiere. Por el abuso de su poder de fuego, no retiene la pelota, no organiza el juego, no lo ordena. Lo resuelve. Por capacidad individual y potencial ofensivo.
El segundo tiempo arrancó con el fulgor de Messi. En el arranque mismo una aparición suya fulminante con “slalom” y mano a mano con el arquero también terminó en el palo.
Después, una vez más, Argentina se desentendió del juego y Paraguay buscó cambiar en ataque con los ingresos de Haedo Valdez por Roque Santa Cruz y Oscar Cardozo por Jonathan Fabbro.
Pero el guión, en  realidad, nunca importó. Paraguay no tuvo con que y Argentina tuvo a los protagonistas. Suficiente. Y Messi, a los 19’, con un remate impresionante de tiro libre (tras una falta que Víctor Cáceres le hizo al él mismo), liquidó todo temprano.
Así es la Selección hoy. El orden y la pausa no son precisamente sus principales atributos pero no parece, todavía, que sean factores esenciales. Esta es la Argentina del presente, la Selección de Messi y Di María. Rápida, furiosa, contundente, letal. Con poder de fuego, sin necesidad de poder de juego. Al menos por ahora.


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