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Hace 31 años, un lunes 26 de junio, las calles de Mar del Plata, Buenos Aires y todo el país todavía desbordaban de júbilo. El maestro Osvaldo Bayer, en Fútbol Argentino, habló "de una bocanada de aire en medio de tanta muerte". Desde que horas antes Argentina había vencido a Holanda por 3 a 1 en la final del Mundial de fútbol, se había desatado una fiesta multitudinaria, una especie de desahogo, en verdad, en medio de tanta opresión. Sólo el fútbol nos permitía juntarnos, celebrar, darnos un momento de alegría. Pero, a poco de avanzada esa tarde del lunes 26 de junio de hace 31 años, volvían "...el señor cura a sus misas / y el avaro a las divisas/", como canta Serrat. Los héroes del fútbol nos habían permitido esa alegría. Pero se había terminado la fiesta. Los brillantes seguían desapareciendo, Astiz seguía haciendo "inteligencia", torturando y matando, Martínez de Hoz continuaba en su trabajo de empezar el desguace de la industria y el Estado que después "se perfeccionó" en los 90... Subían los militares a los colectivos, no sabíamos si todos continuaríamos el viaje, y ya no podíamos abrazarnos unos con otros, como en los festejos de los goles de Kempes. "Circulando/ circulando...", volvíamos a escuchar. Súbitamente recordábamos que estábamos en Estado de sitio. Que aquello había sido un "dulce"... No se podía manifestar ni protestar, ni podía haber reuniones de más de dos o tres personas... Y las urnas estaban bien guardadas. El Estado de sitio, como una pesadilla, volvió por unas horas varios años después, en las plazas del 20 de diciembre de 2001. Ese rato, y ese cúmulo de irresponsabilidades, se cobraron decenas de muertos...

"Cuando el fútbol tapó todo...", canta León Gieco sobre aquellos días del 78. Paradójicamente, ahora el fútbol nos sirve para avivar la memoria...

Alumbré al voto, con 18 años, en esa inolvidable primavera del 83. Pero había estado en la tribuna popular que da al Río de la Plata en aquella tarde plomiza del 25 de junio del 78. Silbé al dictador, me mezclé en el júbilo en las calles de Buenos Aires, me abrigué en mi bandera argentina en el helado vagón clase turista en el tren de la madrugada a Mar del Plata. Llegué a horario al colegio, a la Escuela Nacional de Comercio, esa mañana, pero no hubo clases. Por un rato, hubo permiso para el caos y el desorden... Al otro día, el martes 27, ya volvimos a formar como militares, tomando distancia con el brazo hacia adelante...

Este lunes, el 29, el del día después de lo que no debe olvidarse que es una fiesta cívica (que por aquellos días no nos permitían), seguramente no habrá celebraciones. Cada uno continuará con sus problemas, nos seguiremos cuidando de la gripe, algunos comerán ñoquis, empezaremos a hablar de Vélez - Huracán y de la revancha de Estudiantes... Pero será en un país normal (seguirá siendo emergente, inmerso en una crisis global), no habrá Estado de sitio, ni prohibición de reuniones, ni formaciones marciales en los colegios, los medios y sus periodistas -incluso los "republicanos puros"-, podrán decir lo que les plazca...

Esos recuerdos de aquellos días, que nos trae la pelota, nos llama a no banalizar el voto, ni dejar de respetarlo. A no permitir la irresponsabilidad apocalíptica de que nos hagan creer que todavía estamos en aquella primera "década infame". Quédense y quedémonos tranquilos si hacemos memoria y cuidamos cada uno nuestro voto como algo sagrado. Ya no vivimos en aquel país que algunos añoran. En este país, en el que la pelota no se mancha, el voto siempre será, deberá ser, algo positivo.

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