Escenarios

El escenario es otro. Y seguramente la cancha de Rosario Central será en la noche del sábado una ideal caja de resonancia de la emoción y el sentimiento que genera el fútbol como fenómeno cultural en Argentina. El escenario, el envase, será otro. Habrá que ver, a partir de las 21.30 de esa noche mágica que se viene, cuál será el contenido.

Antes que nada, un Argentina-Brasil encierra un contenido especial en sí mismo, como acontecimiento único en el universo. Es nada menos que el clásico mundial del deporte más popular en la tierra. Del puñado de clásicos mundiales de fútbol de selecciones -que Argentina tiene el privilegio de protagonizar más de uno (Argentina-Uruguay, por el origen de esta historia de los mundiales, por la rivalidad del Río de la Plata; Argentina-Inglaterra, por el origen del fútbol, por otras connotaciones que superan irremediablemente al juego...)-, este con Brasil es el más grande de todos. Sencillamente porque se trata de la rivalidad más grande de la nación futbolera con más títulos del mundo. Una rivalidad sustentada por las estadísticas: Brasil marca superioridad en el concierto del fútbol mundial pero no la puede consolidar concretamente en el mano a mano con Argentina.

Pero el contenido no tendrá que ver únicamente con el significado implícito de un Argentina-Brasil. También y fundamentalmente tendrá que ver con sus actuales protagonistas, con el juego mismo que puedan desplegar.

Y en ese sentido, más allá de que en clásicos como este trazar un pronóstico es aun más ocioso que en el resto de los partidos de fútbol, porque de poco valen los antecedentes, si está claro que este partido puede determinar en otro escenario físico,-la cancha de Central, no la de River-, un nuevo escenario conceptual del fútbol, aunque más no sea provisional.

Veamos: las eras del fútbol hay que delimitarlas con los mundiales como mojones. Bajo esa mirada, todavía hoy estamos transitando la Era Zidane. Nadie lo destronó aunque la FIFA y otras organizaciones vayan eligiendo anualmente al supuesto mejor futbolista del mundo. El año pasado fue Cristiano Ronaldo, el anterior Kaká, este seguramente será ungido Messi. Pero hasta Sudáfrica, cuando sí se verá quién destrona a Zidane, entre estos tres o algún otro (Riquelme, el de características más parecidas a Zidane ya no está en la Selección y entonces no está en carrera), el partido del sábado puede determinar un estado de las cosas, un escenario provisional sobre quién es hoy el mejor futbolista del mundo, justamente porque se enfrentan dos de los tres últimos elegidos (Messi, a cuenta). Kaká es quizá hoy el futbolista más completo del mundo, el más cerebral de los que están en el podio. Y Messi, que sin dudas es el mejor delantero del mundo, quizá es también el jugador más brillante de los últimos meses, además como artífice de la obtención de nada menos que cinco títulos en un semestre con Barcelona. Pero esto es un juego colectivo y hoy en la Selección Messi no cuenta con abastecedores de juego de la talla de Xavi e Iniesta para que el ejecute. Y él mismo no se ha sabido aún integrar al circuito colectivo de la Selección, en esta de Maradona entre otras cosas porque aún no se conoce su línea de juego. Esta es una gran oportunidad para que Messi muestre sus cartas credenciales. No la última ni la más importante, porque faltará aún el Mundial, al que, por otra parte, hay que llegar. Enfrente estará nada menos que Kaká, quien tampoco querrá ceder terreno en ese escenario provisional. Zidane mira de reojo, todavía con la corona puesta.

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