El arte de saber ubicarse

Tantas veces me mataron / tantas veces me morí / y al final estoy aquí / resucitando…

Tantos jubilaron antes de tiempo a Martín Palermo en los últimos días. Tantos lo jubilamos. Y el domingo volvió a dar una nueva señal de eternidad goleadora. Y, además, ahora con un toque de calidad. Que no le faltó otras veces, en las que siempre,-a no equivocarse-, mostró capacidad técnica, algo que se desmerece por su aparente torpeza de movimientos.
En el fútbol también se puede aprender de grande, nos advertía el sábado en la cancha Norberto Eresuma. En la charla con un verdadero docente de nuestro medio, nos enganchábamos con aquella otra advertencia del técnico de la Selección Argentina, Sergio Batista, sobre que con urgencia hay que volver a trabajar en la técnica en las inferiores.
Hay que enseñar, entonces. Pero también hay que estar dispuestos a aprender. Y Martín Palermo es, indudable, un autodidacta del gol. ¿Cuánto habrá traído de la cuna, cuanto habrá aprendido en inferiores pero cuanto también se habrá dejado enseñar por un docente invalorable para el puesto como Carlos Bianchi?. ¿Cuánto nos perdimos también, años y años, sin Bianchi en la Selección para enseñarle a tantos otros?. Porque los consagrados también tienen que aprender. ¿Cuánto deberá aprender Messi, aun siendo ya el mejor ejecutante del mundo, para hacer tantos goles en un Mundial como a Racing de Santander, Sporting Gijón o Galatasaray? ¿Cuántos más podría haber hecho en Sudáfrica, más allá de los que fortuitamente se le negaron, de haberse ubicado en la posición correcta, de haber tenido un técnico que lo ubicara en el lugar indicado, de haber contado con un docente cerca, y de haber contado con abastecedores de juego adecuados?
Por lo pronto, Palermo aprende, crece, enseña, aun en el final de su carrera. En la cancha enseña el arte de saber ubicarse. Así como hay jugadores elegidos, conductores, que tienen una computadora en la cabeza para entender el juego mejor que nadie y conocer cada dato del partido, y mensurar los tiempos justos y los lugares exactos durante y por los cuáles pasar y volcar el juego (hoy apenas un puñado, Riquelme, Xavi, Iniesta, Sneijder…) en nuestra aldea hay un goleador casi único, Palermo, que tiene una computadora en la cabeza para saber exactamente dónde ubicarse en el momento preciso, a la caza del gol. Hay quienes usan la computadora, entonces, para abastecer a otros, para generar juego; y otros, para su propio rédito pero que, en definitiva, es al servicio del gol, lo que significa que redunda en beneficio del equipo.
Porque si bien es cierto que Colón es el equipo que peor marca en el fútbol argentino desde hace mucho tiempo,-con el que se ha tenido demasiado indulgencia quizá por lo buen tipo que es el “Turco” Mohamed-, también es real que no solo el domingo, sino en gran parte de sus 227 goles, Palermo muestra una destreza única para aparecer siempre desmarcado pese a que también siempre es la mayor preocupación de las defensas rivales. Eso ya no es técnica, eso es inteligencia, intuición. Y si después también aparece la técnica en el momento de definir, ya es demasiado. ¿Hasta cuando? Ya nadie se atreve a predecirlo.

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