La mejor manera de revertir aquello de el dolor de haber sido y ya no ser es mirarse al espejo, reflexionar sobre cuál es nuestra verdadera identidad e imitar a los que nos supieron imitar.
Nada mejor, entonces, que tener enfrente a España. Un espejo de aquello que fuímos. Y que además nos devuelve la imagen de la realidad de lo que ya no somos.
Es tiempo de que se termine la confusión. Por eso es muy bueno que hoy venga España en un partido que es mucho más que un amistoso, que es un gran choque internacional oficial, un verdadero "test match" para que la Selección Argentina le devuelva a la gente las ganas de ponerse la camiseta enseguida después de la frustración mundialista.
Siempre tras una eliminación en una Copa del Mundo,-y vaya si lo sabemos ultimamente-, la Selección deja de interesar en forma abrupta. El fútbol argentino se olvida, se distrae. Y nos vuelven a confundir. Por eso es valioso que ya, enseguida, como nunca, lleguen los campeones del mundo con su buen fútbol para volver a estar alertas, para despertar sobre lo que realmente se necesita, para buscar enseguida aquella identidad perdida.
Concretamente, después de un período de unos veinte años o más en los que el fútbol español asumió que debía abandonar "la furia" para darle paso al juego, y con una filosofía que cambió de a poco a partir de la Escuela Cruyff en Barcelona, la técnica pasó a ser la gran prioridad desde los pibes, desde la base. Ya no el físico o la táctica, que en fútbol deben ser accesorios, nunca la esencia.
Nosotros recorrimos el camino inverso. Nos engañaron. O engañaron a los que se dejaron engañar. Con el discurso utilitario del resultado por el resultado mismo, de la panacea del tacticismo. Claro, contribuyó el contexto de país. El mercantilismo, la avaricia, el culto al éxito, impregnó al fútbol. Y se contaminó el puro juego. Nos vendieron eso de la competitividad y el modernismo.
En el medio hubo un solo proyecto en serio. Desde los pibes hasta la Selección mayor. El de José Pekerman. Pero aislado de los clubes, del estilo de los equipos, salvo excepciones. Pero ese proyecto, con una generación brillante que se consagró campeona mundial juvenil y que llegó a jugar muy bien al fútbol en 2006, se volvió a cortar abruptamente con la gran confusión de 2010. Una generación que bien pudo haber conducido Carlos Bianchi, otro que encabezó un proyecto,-justamente, una de esas excepciones-, a nivel clubes.
España, en cambio, fue consecuente. Y ese culto al toque, esa paciencia, esa supremacía de la técnica y la estética la llevó al trono máximo del fútbol.
Pero cuidado que muchos de aquellos comunicadores de la confusión, pero también la conducción de nuestro fútbol, desde los dirigentes hasta los técnicos de la base, enseguida hubieran tildado de "fulbito" a una Selección Argentina que insistiera con lo que insistió España.
Ojalá el paso de los campeones del mundo nos sirva para aprender. Para asumir que hay que volver a ser. Y mirarse en el espejo. Sin engaños ni claudicaciones. Sería bueno empezar hoy mismo. Animarse a intentar lo que a ellos les sale tan bien. Y en lo que nosotros antes, alguna vez, eramos maestros...
Nada mejor, entonces, que tener enfrente a España. Un espejo de aquello que fuímos. Y que además nos devuelve la imagen de la realidad de lo que ya no somos.
Es tiempo de que se termine la confusión. Por eso es muy bueno que hoy venga España en un partido que es mucho más que un amistoso, que es un gran choque internacional oficial, un verdadero "test match" para que la Selección Argentina le devuelva a la gente las ganas de ponerse la camiseta enseguida después de la frustración mundialista.
Siempre tras una eliminación en una Copa del Mundo,-y vaya si lo sabemos ultimamente-, la Selección deja de interesar en forma abrupta. El fútbol argentino se olvida, se distrae. Y nos vuelven a confundir. Por eso es valioso que ya, enseguida, como nunca, lleguen los campeones del mundo con su buen fútbol para volver a estar alertas, para despertar sobre lo que realmente se necesita, para buscar enseguida aquella identidad perdida.
Concretamente, después de un período de unos veinte años o más en los que el fútbol español asumió que debía abandonar "la furia" para darle paso al juego, y con una filosofía que cambió de a poco a partir de la Escuela Cruyff en Barcelona, la técnica pasó a ser la gran prioridad desde los pibes, desde la base. Ya no el físico o la táctica, que en fútbol deben ser accesorios, nunca la esencia.
Nosotros recorrimos el camino inverso. Nos engañaron. O engañaron a los que se dejaron engañar. Con el discurso utilitario del resultado por el resultado mismo, de la panacea del tacticismo. Claro, contribuyó el contexto de país. El mercantilismo, la avaricia, el culto al éxito, impregnó al fútbol. Y se contaminó el puro juego. Nos vendieron eso de la competitividad y el modernismo.
En el medio hubo un solo proyecto en serio. Desde los pibes hasta la Selección mayor. El de José Pekerman. Pero aislado de los clubes, del estilo de los equipos, salvo excepciones. Pero ese proyecto, con una generación brillante que se consagró campeona mundial juvenil y que llegó a jugar muy bien al fútbol en 2006, se volvió a cortar abruptamente con la gran confusión de 2010. Una generación que bien pudo haber conducido Carlos Bianchi, otro que encabezó un proyecto,-justamente, una de esas excepciones-, a nivel clubes.
España, en cambio, fue consecuente. Y ese culto al toque, esa paciencia, esa supremacía de la técnica y la estética la llevó al trono máximo del fútbol.
Pero cuidado que muchos de aquellos comunicadores de la confusión, pero también la conducción de nuestro fútbol, desde los dirigentes hasta los técnicos de la base, enseguida hubieran tildado de "fulbito" a una Selección Argentina que insistiera con lo que insistió España.
Ojalá el paso de los campeones del mundo nos sirva para aprender. Para asumir que hay que volver a ser. Y mirarse en el espejo. Sin engaños ni claudicaciones. Sería bueno empezar hoy mismo. Animarse a intentar lo que a ellos les sale tan bien. Y en lo que nosotros antes, alguna vez, eramos maestros...
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