La Selección Argentina contra España, el campeón del mundo recién consagrado, es una gran cita del fútbol, hoy desde las 17 en el Monumental. La mayoría de los que ganaron el título en Sudáfrica como titulares frente a un equipo que Batista cambió con la llegada de históricos como Zanetti y Cambiasso.
Es la Gala del Fútbol. Una cita de honor imperdible. Para los privilegiados en la cancha, para los millones que podrán verlo por tele en forma abierta y gratuíta. Es el partido del Bicentenario, y el partido de los sueños. La Selección Argentina recibe a España, flamante campeón del mundo, desde las 17 en el Monumental, y se paran los relojes del fútbol.
A ningún partido oficial en fecha Fifa se lo debe considerar amistoso. Son “test match” internacionales. Mucho más este. Y mucho menos amistoso.
Es una prolongación del Mundial. De su espíritu. De lo que genera en la gente. Siempre que termina un Mundial, si a Argentina no le va bien, la Selección deja de interesar por un largo tiempo. Este partido con España es un antídoto para eso, porque para colmo llega en un tiempo de expectativas renovadas, con la sucesión de Maradona. Porque terminan las “proscripciones” y la Selección está abierta a todos. Por eso la llegada de Javier Zanetti y Esteban Cambiasso, dos históricos y símbolos del equipo nacional pero también con presente de gran nivel; de Andrés D’Alessandro y Gabriel Milito; y la puerta abierta latente para Juan Román Riquelme. La Selección vuelve a ser “De Todos” y eso reaviva el interés y el afecto, pese a la reciente frustración mundialista. También que Lionel Messi, en otro contexto, frente a sus compañeros de Barcelona, y con los abastecedores de juego con los que no contó en el Mundial, pueda ejecutar brillantemente, como solo él es capaz en la zona de definición.
Y un hecho inédito. Por primera vez un campeón del mundo llega tan rápido al país para jugar con Argentina. La última selección que vino aquí como campeona fue la de Alemania (todavía no unificada) en la serie internacional de 1977, pero recién tres años después de su consagración. En este caso es enseguida. Un lujo, posible también por el contexto económico que se vive en el país y por el peso de Julio Grondona como vicepresidente de la Fifa y sus excelentes relaciones con el titular de la Real Federación Española, Angel María Villar.
Y, por lo que se escucha y se ve, los campeones del mundo no toman precisamente este partido como un trámite. Sino como un desafío nuevo. La posibilidad de enfrentar a una potencia como Argentina y como visitante, en el clima especial que rodea al fútbol en nuestras canchas, tan atractivo para los extranjeros.
De hecho, España jugará con la mayoría de los titulares que le ganaron a Holanda la final del Mundial. No estará Puyol por lesión, quizá no jueguen de entrada Sergio Ramos y David Villa, pero sí será de la partida Cesc Fábregas, quien ingresó en el epílogo de la final de Sudáfrica para darle aun más fútbol al equipo de más volumen de juego en el mundo. Y Cesc, con Xavi e Iniesta, forman un tridente de elaboración sin parangón. Todo parece indicar que Sergio Batista no buscará contrarrestar eso con una táctica de destrucción, sino que, por fín, se apelará a la propia identidad, y a acumular también mayoría de jugadores “con buen pie” en el sector de gestación como para tratar de disputar el monopolio de la pelota. Un desafío difícil,-con el que sucumbió hasta el gran equipo holandés, eximio para la tenencia- pero que nunca debería asumirse como imposible para futbolistas argentinos con calidad verificada. Intentarlo ya implicará un paso adelante, tras todos los pasos atrás que se dieron en Sudáfrica. Que asi sea. Y a disfrutar…
Es la Gala del Fútbol. Una cita de honor imperdible. Para los privilegiados en la cancha, para los millones que podrán verlo por tele en forma abierta y gratuíta. Es el partido del Bicentenario, y el partido de los sueños. La Selección Argentina recibe a España, flamante campeón del mundo, desde las 17 en el Monumental, y se paran los relojes del fútbol.
A ningún partido oficial en fecha Fifa se lo debe considerar amistoso. Son “test match” internacionales. Mucho más este. Y mucho menos amistoso.
Es una prolongación del Mundial. De su espíritu. De lo que genera en la gente. Siempre que termina un Mundial, si a Argentina no le va bien, la Selección deja de interesar por un largo tiempo. Este partido con España es un antídoto para eso, porque para colmo llega en un tiempo de expectativas renovadas, con la sucesión de Maradona. Porque terminan las “proscripciones” y la Selección está abierta a todos. Por eso la llegada de Javier Zanetti y Esteban Cambiasso, dos históricos y símbolos del equipo nacional pero también con presente de gran nivel; de Andrés D’Alessandro y Gabriel Milito; y la puerta abierta latente para Juan Román Riquelme. La Selección vuelve a ser “De Todos” y eso reaviva el interés y el afecto, pese a la reciente frustración mundialista. También que Lionel Messi, en otro contexto, frente a sus compañeros de Barcelona, y con los abastecedores de juego con los que no contó en el Mundial, pueda ejecutar brillantemente, como solo él es capaz en la zona de definición.
Y un hecho inédito. Por primera vez un campeón del mundo llega tan rápido al país para jugar con Argentina. La última selección que vino aquí como campeona fue la de Alemania (todavía no unificada) en la serie internacional de 1977, pero recién tres años después de su consagración. En este caso es enseguida. Un lujo, posible también por el contexto económico que se vive en el país y por el peso de Julio Grondona como vicepresidente de la Fifa y sus excelentes relaciones con el titular de la Real Federación Española, Angel María Villar.
Y, por lo que se escucha y se ve, los campeones del mundo no toman precisamente este partido como un trámite. Sino como un desafío nuevo. La posibilidad de enfrentar a una potencia como Argentina y como visitante, en el clima especial que rodea al fútbol en nuestras canchas, tan atractivo para los extranjeros.
De hecho, España jugará con la mayoría de los titulares que le ganaron a Holanda la final del Mundial. No estará Puyol por lesión, quizá no jueguen de entrada Sergio Ramos y David Villa, pero sí será de la partida Cesc Fábregas, quien ingresó en el epílogo de la final de Sudáfrica para darle aun más fútbol al equipo de más volumen de juego en el mundo. Y Cesc, con Xavi e Iniesta, forman un tridente de elaboración sin parangón. Todo parece indicar que Sergio Batista no buscará contrarrestar eso con una táctica de destrucción, sino que, por fín, se apelará a la propia identidad, y a acumular también mayoría de jugadores “con buen pie” en el sector de gestación como para tratar de disputar el monopolio de la pelota. Un desafío difícil,-con el que sucumbió hasta el gran equipo holandés, eximio para la tenencia- pero que nunca debería asumirse como imposible para futbolistas argentinos con calidad verificada. Intentarlo ya implicará un paso adelante, tras todos los pasos atrás que se dieron en Sudáfrica. Que asi sea. Y a disfrutar…
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