La paradoja de Batista y la Selección



"Tenemos cuatro finales por delante y la primera es el lunes contra Costa Rica", dijo el viernes el técnico de la Selección Argentina de fútbol, Sergio Batista.
Con todo respeto para el rival, el objetivo no puede ni debe ser Costa Rica. Da cosa, debería dar cierta vergûenza, decir o escuchar que el partido de mañana es decisivo para la Selección.
La meta de la Selección debe ser encontrar el rumbo. O recuperarlo, si se prefiere. Si convenimos en que el equipo nacional intentó retomar una idea desde la la asunción de Batista como entrenador de la Selección mayor. Si aceptamos como sincero el mensaje, el discurso del entrenador, con respecto a dejar atrás el vértigo para darle paso al culto absoluto a la técnica y la pausa.
Es más, en algunos partidos internacionales previos a esta Copa América, como ante España, sobretodo, pero también frente a Brasil y Portugal, se vislumbró el traslado de la teoría a la práctica.
Pero el problema es que el entrenador después repitió "viejos pecados". Aferrarse a esquemas, formatos, y a pensar a los jugadores casi como piezas inanimadas.
Y la gran paradoja: la obsesión de Batista de tener cómodo y feliz Lionel Messi, lo llevó a insistir con el esquema de Barcelona, el 4-3-3, y lo que menos logró es hacerle un bien al as de espadas porque lo terminó dejando sin abastecedores de juego.
Es que, primero que nada, lo que menos tiene el esquema de Barcelona es rigidez. Y en la Selección sí se transformó en un sistema demasiado previsible. Y, sobretodo, en Barcelona están Xavi e Iniesta, un "doble comando" para la conducción del equipo y la generación de juego. Como dice "el Flaco" Menotti, "primero denmen los nombres de los jugadores, después los números teléfonicos". A Banega y Cambiasso, por caso, de ninguna manera se los puede "disfrazar" de Xavi e Iniesta. Ni a Carlos Tevez imaginarlo siquiera como puntero izquierdo.
Siempre partiendo de la base de que es buena la idea original, para empezar, de tener más control de pelota en el medio. Con eso sirve para intentar superar lo de Sudáfrica (puro vértigo y descontrol) pero no alcanza para recuperar identidad propia, y que eso se traduzca en juego al servicio de la eficacia.
Los "pecados" siguen, aunque con otros números. Ahora se dice que la Selección pasa a jugar con un 4-2-3-1. Ese número "3" comprende a Agûero, Messi y Di María. Agûero y Messi siguen siendo delanteros, a lo sumo "medias puntas", no son enganches ni algo parecido. A Di María si se lo podría contemplar como volante o como atacante.
Se dice que Batista vuelve a la base de la "delantera" que le hizo ganar los Juegos Olímpicos. Con una sustancial diferencia, el casillero de Gonzalo Higuaín lo ocupaba Juan Román Riquelme. Nada menos que el organizador que falta. Prueba de que los números cambian, si cambian los nombres.
Un viraje real,-dentro de lo que hay dentro de un plantel muy descompensado-, para que Messi tuviera algo más de abastecimiento de juego, sería el ingreso de Pastore. Pero el técnico, al parecer, insiste con dejarlo en el banco.
Con esos "números telefónicos", o con otros, es muy probable que Argentina derrote a Costa Rica, pase sin problemas a la siguiente fase, e incluso hasta que gane esta, hasta ahora, muy pobre Copa América. Pero más importante que eso será enderezar realmente el rumbo y recuperar en verdad la identidad. No solo con declamaciones.
Y Messi no necesita que le digan todo que sí. Y hacerle creer que puede ser líder o conductor. Flaco favor le hacen en la insistencia de esa idea. No tiene ni el carácter ni las características. Hay que ponerle líderes o conductores para que libere su magia dónde más duele, en la zona de ejecución, en el área contraria. Por ahora, se consuma una gran paradoja: intentan dejarlo contento, y está más triste y fastidioso que nunca.

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