Al otro lado del río

Al final de cuentas, la Copa América, esta Copa América,-que pareció desabrida, que más bien tuvo un gusto bien amargo para el fútbol argentino, que registró la mitad de los goles que la de Venezuela, que depositó a algún equipo bien amarrete en la instancia definitiva-, no quedó tan vacía de contenido como se vislumbraba bien entrado su desarrollo.
Esta fue la Copa América de la consolidación de un equipo, Uruguay; la de dos delanteros temibles, Diego Forlán y Luis Suárez; la de los penales errados de Brasil; la de un primer tiempo mágico de Lionel Messi frente a Uruguay,-como puntero derecho, de lo que debe jugar-, y que señala el camino hacia el futuro…
Esta fue también la Copa América de la instalación definitiva de Venezuela en el concierto del fútbol sudamericano como un candidato más, como un contrincante peligroso más para lo que viene en eliminatorias. Antes no contaba, no figuraba en los cálculos de nadie.
Esta fue la Copa América de dos grandes arqueros, Justo Villar y Fernando Muslera y de un tercero, Sergio Romero, que en las dificultades demostró que tiene bien ganado su lugar en el castigado arco argentino.
Esta fue la Copa América de la mejoría de Colombia, de la vuelta del histórico Perú, de la decadencia, por avaro o amarrete, de Paraguay.
Y esta, al fin y al cabo, que pintaba para ser la Copa América que se prestaba para los utilitarios de siempre, para legitimar el discurso de la especulación, terminó siendo, afortunadamente, la Copa América de la esperanza, la Copa América que salvó en el último peldaño al fútbol ofensivo y al fútbol juego, la Copa América de las enseñanzas del Maestro.
Se repitió, hasta el cansancio, en la semana previa a la final, que habían llegado a las instancias definitorias justamente los equipos que habían sido más o menos dominados en cuartos. Algunos se subieron inocentemente, otros de manera muy interesada desde el punto de vista ideológico futbolístico, al discurso instalado de que en el fútbol de hoy saca más rédito el que defiende y tiene más que perder el que ataca, el que busca. Falacia absoluta basada en una mera casualidad o, en todo caso, en cuestiones circunstanciales. Algunos olvidaron, otros quisieron olvidar, que hace solo un año salió nada menos que campeón del mundo un equipo que siempre fue ofensivo y que siempre fue paciente, que siempre apostó al juego y a la tenencia de pelota y que renegó del vertigo tanto como de la especulación. España señaló un camino diferente para el fútbol del futuro, ya lo consignabamos desde Sudáfrica. Y el equipo de club que, a la par, hace época con un estilo similar, Barcelona, también está como testimonio permanente de lo que realmente se debe perseguir.
Pero resulta que, de buenas a primeras, nos olvidamos de España y Barcelona, y por la mala puntería de encumbrados y cenicientas en los penales, dejamos instalado que solo sirve defender en el fútbol de hoy. Uruguay le dio el domingo un gran cachetazo a esa teoría falaz. Lejos de especular con que Paraguay se siente más cómodo cuando lo atacan y le dan espacios, el equipo de Maestro se sintió seguro de si mismo y no le importó nada más. Salió a llevarse por delante a su rival y por si quedaban dudas sobre su postura, tras un dominio abrumador y un 2 a 0 parcial, pero cuando ya era difícil sostener desde lo físico la presión que se había ejercido durante casi una hora, el técnico puso a un delantero más por un volante, Cavani por Alvaro Pereira. Cartón lleno. Derrota consumada de los apologistas de la mezquindad.
No fue esa la única enseñanza del equipo del Maestro. Uruguay es el producto de proyecto más antecedentes. No solo de una carpeta fría, sino de la letra corporizada en la cancha y no escrita por cualquiera, sino por el entrenador que más pergaminos tenía al otro lado del río para encabezar este trabajo a largo plazo.
Tabárez es el Maestro, no solo por sus origenes de pizarrón y tiza. Sino por toda una carrera de docencia, sabiduría y títulos en el fútbol. El más grande entrenador uruguayo. Si en el “paisito” tan entrañable y tan querido sencillamente eligieron al mejor para encabezar el proyecto de la reconstrucción, ¿por qué no se hace lo mismo, de una vez por todas, en el fútbol argentino, de este lado del río?



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