Dónde empezó todo, todo sigue…



Desde Montevideo, Uruguay

El triunfo ante Nacional, de la mano de Riquelme, sirvió para continuar en el certamen que ganó por primera vez en este Centenario, para después transformarse en el equipo más ganador de trofeos internacionales.







Acá empezó todo. En ese arco, sobre la tribuna Amsterdam, en el que Gatti le atajó el penal a Vanderley, el mismo al que no le acertó Iván Alonso. Acá empezó todo.  En el mítico Centenario nació la mística copera de Boca, aunque hubo un prehistoria con aquellos memorables choques ante Santos.
Acá empezó todo. Con ese revuelco de Gatti empezó la historia del equipo más ganador de trofeos internacionales en el mundo junto a Milan. Acá, precisamente, no se podía cortar esa mística copera.
Y eso fue lo que tuvo Boca para imponerse en este difícil escenario ante el mañoso Nacional, para “reinventarse” en esta edición de la Libertadores que lo tenía descolocado, a tal punto que si no ganaba aquí comprometía seriamente la clasificación en el Grupo 1 del máximo certamen del fútbol continental.
Igual, la mística copera no fue el único atributo de este equipo de Bianchi en el Centenario. Es cierto que la necesitó en sus diversas formas,-llamese autoridad, espíritu, garra, estirpe, mentalidad ganadora, “actitud”- pero también es verdad que lo esencial fue el comando del juego de Juan Román Riquelme, la seguridad de Orión, la inteligencia estratégica para maniatar a Nacional 11 contra 11, y la multiplicación de varios jugadores para sostener el resultado 10 contra 11, por caso Cristian Erbes, Ribair Rodríguez como central, Lucas Viatri para ser solidario en la dos áreas.
Once contra once Boca fue más ambicioso que un Nacional tan amarrete como en la Bombonera ( de dónde se llevó excesivo premio), ganó en el medio con Ribair y Erbes y manejó el partido bajo la suela y la cola del mejor futbolista de América. En tres cuartas partes del encuentro, Riquelme demostró como es capaz de manejar las incidencias y consecuencias de un choque copero aun después de 8 meses de inactividad. Pisó la pelota por las bandas hasta cansar a sus cancerberos, controló hilos y ritmo del equipo y fue metiendo a Nacional en la cueva, con la tenencia de la pelota y con su “guante” en las jugadas con pelota detenida. El gol lo hizo de penal, es cierto, pero por un penal provocado a partir de uno de sus “envenenados” centros cruzados que no saben como controlar los defensores y que en este caso terminó en un empujón a  Burdisso.
La torpeza de “Chiqui”Pérez obligó a jugar otro partido, en el que también Riquelme tuvo la pelota hasta que pudo y en el que sobre el final Boca se refugió demasiado en el fondo para aferrarse al resultado. Alvaro Recoba, que no se entiende porque no juega de entrada, le dio algunas ilusiones a la búsqueda de Nacional. Pero en ese lapso final se agigantaron Orión, Ribair Rodríguez (¿acaso de casualidad Boca encontró el jueves un zaguero para su dubitativa defensa?) y Erbes, y aun con un hombre menos Bianchi supo que no tenía que sacar a Viatri porque ganaba en las dos áreas, con altura, coraje e inteligencia.
Acá, en el Centenario, en Montevideo, dónde empezó todo, este Boca de Bianchi y Riquelme inició también otra historia en la Copa Libertadores. El tiempo y las circunstancias dirán hasta cuando y hasta dónde. Pero acá, justamente acá, esa historia no se podía terminar.   





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