En el juego de los errores, Boca le ahogó el grito a River


Era la fiesta esperada para River. El desahogo después de la herida lacerante del descenso y después de la vuelta de la B. Pero de la celebración se pasó al silencio atroz en el Monumental. Del grito contenido a la postal de la desazón. El equipo de Nuñez ganaba bien por 2 a 0 pero Boca reaccionó y se lo empató 2 a 2, con un tanto sobre la hora del marplatense Walter Erviti, en el marco de la duodécima fecha del Torneo Inicial Eva Perón del fútbol argentino. River mereció más, pero Boca una vez más le ahogó el grito.
Había dos partidos posibles. El cerrado, discreto, trabado, con pocos espacios y pocas situaciones. El Superclásico del miedo que, al final de cuentas, aparecía como lo más lógico ante los planteos de los dos entrenadores. El 4-4-2 de Matías Almeyda con cuatro defensores centrales y sin volantes, a priori, de creación. Y la renuncia al enganche en Boca. La otra alternativa era el partido inesperado, que se podría abrir a partir de los errores de dos equipos que cometieron muchos a lo largo del campeonato y que, paradójicamente, pese a tanto conservadurismo, defienden mal. Y entre otras cosas, porque no tienen la pelota.
En el primer avance de River, se dio, en consecuencia, lo previsible.  La búsqueda de Rodrigo Mora a espalda de Cristian Chávez y Leandro Somoza, de frente a Emiliano Albín y Rolando Schiavi. El desequilibrio esperado y una falta obligada, cuando todavía no se jugaban dos minutos, de Chávez sobre el propio  Mora. Y el tiro libre lo ejecutó el hombre que asumió la conducción del partido desde ese mismo instante: Leonardo Ponzio. El “reggista” de River buscó el remate bajo, con el pique sobre el arquero, y el intento sobró al arquero Agustín Orión, cuyo error contribuyó entonces a la madrugadora apertura del marcador.
A partir de ahí, entonces, se abrió el partido inesperado. El juego de los siete (o más) errores. En ese contexto, y con la ventaja a favor, y con poco, River manejó táctica y psicológicamente el trámite en todo el primer tiempo. Con el peso de Ponzio en todos los sectores de la cancha, para cortar, pasar y conducir, con y sin la pelota.
Boca fue un equipo cortado en dos. Y River, aun con dos situaciones traumáticas, como las salidas tempraneras de Ramiro Funes Mori y Martín Aguirre por sendas lesiones, no sufrió contratiempos, aunque tampoco generó mucho más peligro como para generar la cuenta. El desorden táctico de Boca hacía casi todo, River no necesitaba mucho más.
Boca buscó “romper” en tres cuartos de cancha y aportar algo de sorpresa con la entrada de Lautaro Acosta. Una vez más le tocó a Clemente Rodríguez cuando en realidad Sánchez Miño había jugado un primer tiempo para el olvido. Pero lo cierto es que cambió el formato, la postura y la actitud. El equipo de La Ribera se adelantó unos metros, presionó más sobre la salida de River y paulatinamente se detuvo la tremenda dinámica de Ponzio. Igual se trataba de una reacción más posicional y anímica que futbolística. Al equipo de Falcioni le seguían faltando ideas. Y en la primera que River pudo salir, a los 25’, aumentó la cuenta a dos. La jugada nació en un lateral, se prolongó en Trezeguet, quien ensayó la apertura hacia la entrada de Carlos Sánchez por la derecha. El ex Godoy Cruz tocó al vacío para la entrada de Mora, quien una vez más desequilibró y encontró mal parada a la defensa de Boca para entrar en diagonal y definir.
Boca sólo había llegado con un cabezazo desviado de Viatri. Parecía cosa juzgada. ¿Cómo iba a hacer en una cuarta parte del partido lo que ni siquiera había intentado en las otras tres cuartas porciones del encuentro?
Pero en el juego de los errores, empezó a tocarle a River. A los 30’ Se equivocó el chico González Pires al tocar en el área a un Lautaro Acosta que estaba saliendo. Penal y gol de Santiago Silva. A partir de ahí ya el Monumental quedó en silencio y entró a pesar la historia y otra vez las cuestiones psicológicas. Aunque una vez más los errores fueron los que marcaron el camino. Primero falló también el árbitro Pablo Lunati, quien debió haber expulsado a Leandro Somoza, por un golpe a un rival. Y después, ante un River tan dubitativo en defensa como Boca lo había estado en el primer tiempo, una vez que el equipo de La Ribera pudo hacer tres pases seguidos, le empató el partido. La entrada de Leandro Paredes fue decisiva en ese sentido. Aportó el pase que estaba faltando. Nada más y nada menos que pasarle la pelota al compañero de igual camiseta. Desde el juvenil enganche nació, de hecho, la jugada de la igualdad agónica. Paredes abrió hacia la derecha, Lautaro Acosta lanzó el centro y Silva bajó muy bien el balón para el marplatense Erviti, quien llegó a la carrera para convertir.
Así Boca le ahogó el grito contenido a River. En lo estrictamente futbolístico, más alegría por la desgracia del rival que por la ventura propia. Porque ni así, ni con el festejo agónico, el equipo que todavía dirige Falcioni pudo disimular sus propias y profundas carencias, que, como en la vereda de enfrente, hacen inminente el final de un ciclo.

Síntesis

River (2): Barovero (5); Gabriel Mercado (5), Germán Pezzella (4), Jonathan Bottinelli (5) y Ramiro Funes Mori (x); Carlos Sánchez (6), Leonardo Ponzio (7), Ezequiel Cirigliano (4) y Martín Aguirre (x); Rodrigo Mora (7) y David Trezeguet (5). DT: Matías Almeyda.
Boca (2): Orión (4); Albín (4), Rolando Schiavi (4), Guillermo Burdisso (5) y Clemente Rodríguez (5); Cristian Chávez (4), Leandro Somoza (4), Walter Erviti (6) y Sánchez Miño (4); Viatri (5) y Santiago Silva (6). DT: Julio César Falcioni.
Goles: en el primer tiempo, 1' Ponzio; en el segundo tiempo, 25' Mora, 30' Silva, de penal, y 44' Erviti.
Cambios: en el primer tiempo, 4' González Pires (4) por Ramiro Funes Mori, 13' Ariel Rojas (4) por Martín Aguirre; en el segundo tiempo, en el inicio, Lautaro Acosta (6) por Clemente Rodríguez, 23' Nicolás Colazo por Sánchez Miño, 34' Leandro Paredes por Cristian Chávez y 41' Rogelio Funes Mori por Rodrigo Mora.
Cancha: de River (muy buena).
Arbitro: Pablo Lunati (5).

Foto: EFE.

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