Cuando se le pierde el miedo a jugar

El balance saludable del Mundial



Una gran final. España, un campeón osado, con toda la elaboración que le faltó a Argentina. Los mejores entre mejores. Forlán, a la altura de la circunstancia. Y todos “nos rendimos” ante Iker…



Desde Johannesburgo, Sudáfrica - 12 - 07 - 2010


España fue el ganador de una gran final. Eso engrandece más su primer título de campeón del mundo. Quizá, por el cero prolongado, las emociones y los atractivos no hayan sido tantas a través de la televisión. Pero en la cancha nunca antes pudimos ver una disputa entre gigantes como la del domingo en el Soccer City, para definir el Mundial Sudáfrica 2010. Gigantes no por el porte físico, precisamente, sino por la envergadura futbolística de los protagonistas.
Por eso se enaltece más el talento colectivo de ambos equipos y el rendimiento individual de cada futbolista. Por el peso específico de lo que tuvieron enfrente. Cada uno de los mejores se topó con otros mejores. Y entonces la calificación de cada uno, la valoración individual, se engrandece. Por caso, Arjen Robben no pudo concretar dos situaciones clarísimas. Pero enfrente tuvo a un Iker Casillas enorme y, además, para llegar a esas oportunidades, mostró gran potencia y precisión en velocidad para arrastrar la marca de jugadores de la talla de Carles Puyol, nada menos. Y Wesley Sneijder, el jugador del Mundial para el voto de LA CAPITAL,-la elección que dispone la FIFA se hace antes de la final-, no tuvo participación tan decisiva y continua como generador de juego como en encuentros anteriores, pero el par de estiletazos únicos que metió,-que estuvieron a punto de darle la Copa a Holanda, nada menos-, fueron entre algunos de los mejores volantes y defensores del Mundial, por caso Busquets o Piqué.
Del otro lado, todo lo que hicieron Xavi e Iniesta, todo lo que enhebraron en esta final, fue por el agujero más fino, porque tuvieron que tomarse con nada menos que Van Bommel y De Jong, quizá la pareja de volantes centrales más fuerte de la Copa del Mundo, con el agregado de que en este cotejo decisivo jugaron por sobre el límite del
reglamento.


Cada vez más juego

Al cabo, España fue el mejor entre mejores. Porque asumió riesgos siempre, sin miedos para apostar a poner en cancha cada vez más constructores de juego y menos “destructores”.
Y Holanda no pudo ser en toda su dimensión la Naranja no Mecánica de todo el resto del Mundial, un equipo con gran capacidad para administrar el balón todo el tiempo en campo contrario, porque enfrente tuvo a un equipo que hace lo mismo, pero aun mejor. A alguien, entonces, le tuvo que tocar el otro rol. Pero por eso, por el “timming” casi perfecto que tienen también los jugadores de Holanda tanto para tener la pelota como para llegar antes a ella y ocupar los espacios, es que no es casual que España, aun con una gran producción futbolística,-como otras tantas que brindó en el Mundial- no haya podido resolver el partido antes. No es casual tampoco, entonces, que Holanda no registrara derrotas en 25 partidos y que se haya necesitado un suplementario para que el mejor equipo del mundo de más de dos años a esta parte pudiera finalmente doblegarlo.
Al cabo, se fue el Mundial, y ya empezamos a sentir nostalgia por él, cuando las calles de Johannesburgo ya no respiran tanto fútbol, cuando ya casi no hay festejos de España, que trajo pocos hinchas por la crisis. Y cuando ya los señores holandeses que hasta ayer nos manifestaban su amor por Máxima y las bellas holandesas que nos sonreían al pasar, ni siquiera nos dan la hora. Todavía queda mucho de aquella “marea naranja” que invadió el Soccer, pero ya sin rostros de alegría.
Y el sabor que nos deja el Mundial en la despedida, en lo estrictamente deportivo, es agridulce. Vimos la mejor final de los últimos veinte años,-de la del 98 se recuerda la notable producción de Francia pero con una enorme superioridad-, que fue el reflejo del juego paciente y por abajo, de toque y circulación, que prevaleció entre los mejores durante toda la competencia, pero que también nos muestra, patéticamente, todo lo que debió haber hecho Argentina y no hizo. Por lo pronto, tener una idea de juego, saber a que se juega. Por decisiones equivocadas, a la Selección le faltó toda la elaboración que le sobró a España, y así Argentina no pudo explotar su enorme capacidad de ejecución.
Una pena, por una brillante generación perdida. Y porque Messi desperdició una oportunidad de ser el mejor de todos, sencillamente porque el equipo no lo acompañó, y porque él tampoco es capaz de ponerse un equipo al hombro. El problema fue hacérselo creer, ese error grave de diagnóstico.
Diego Forlán sí, pese a ser también un ejecutante brillante, más que un conductor de juego, estuvo a la altura de la circunstancia, y fue elegido por el Balón de Oro por la mayoría de los periodistas acreditados. Uruguay, su equipo, conciente de sus limitaciones, pero también de su grandeza, siempre supo a que jugaba en este Mundial, con la idea que planteó en la cancha el Maestro Tabárez.
Sí Argentina tuvo una de las mejores hinchadas,-más allá de la mínima parte de “barrabravas” de la que tanto se habló en el país-, una de las más numerosas,-justamente porque desde el 2003 en adelante pasó lo peor de la crisis-, y de las más genuinas, resistiéndose a las vuvuzelas para tratar de hacerse escuchar con sus cánticos incomparables.

Toques finales

Finalmente, el mejor zaguero del Mundial seguramente está entre Puyol y Piqué; el mejor lateral probablemente haya sido Sergio Ramos; el mejor volante central,-aunque fue mucho más que eso-, el alemán Schwensteiger; los grandes elaboradores, tal lo apuntado, fueron Sneijder, Iniesta y Xavi y el mejor delantero Diego Forlán. El mejor gol probablemente haya que elegirlo entre el de Shabalala de Sudáfrica a México; el de Oezil a Ghana; el de Quagliarella a Eslovaquia; alguno de los de Alemania a Argentina porque llegaron tocando y se metieron con pelota y todo; o el de España a Portugal. Para el mejor partido es difícil por la abundancia: la propia final, España-Alemania, Alemania-Uruguay, Holanda-Uruguay, Eslovaquia – Italia, y, por supuesto, Alemania – Inglaterra. El mejor árbitro pudo haber sido el húngaro Viktor Kassai. Y el mejor arquero, entre varios muy buenos, fue el español Iker Casillas. Guantes de Oro, Copa del Mundo y la mejor novia para el mejor beso del Mundial, el que le estampó a la bella Sara Carbonero después que ella le hizo la último nota en la Zona Mixta del Soccer, entre cientos de periodistas. Como todo su equipo, sin miedo escénico…

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