De Frankfurt a Johannesburgo, de Mundial a Mundial

FRANKFURT, Alemania.- El destino quiso que fuera así. Viajamos de Mundial a Mundial, desde dónde dejamos uno a dónde empezaremos otro, literalmente. Esos caprichos de la providencia quisieron que, para llegar a Johannesburgo, en la previa de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010, tuvieramos que caminar con nostalgia por las mismas calles de Frankfurt, Alemania, que nos cobijó durante gran parte el anterior certamen ecuménico, y por las que dimos justamente los últimos pasos antes del regreso en 2006.
Por el episodio contado en estas páginas, de un sudafricano “mula” que murió en pleno vuelo por el estallido de una carga de cocaína en su cuerpo, en el viaje a Frankfurt que era escala a Johannesburgo, tuvimos que hacer previo paso por en esta bella y prolífica ciudad alemana, la tierra de Goethe, de los grandes rascacielos que se mezclan con las cúpulas de iglesias de estilo medieval reconstruídas tras la segunda guerra.
En el mismo imponente aeropuerto y en las mismas estaciones y los mismos trenes por los que pasamos durante el anterior Mundial ya se respira el clima de esta Copa. Pasajeros con la camiseta de Alemania, afiches de Sudáfrica 2010 en los andenes, la imagen de Ballack (emblema del equipo germano, quien a último momento quedó afuera del certamen por lesión) en las ventanillas de la Die Bahn (la impecable empresa estatal alemana de trenes) y decenas de publicaciones alusivas al Mundial en las librerías que abundan en estas estaciones…
Parece mentira, como un propio guiño caprichoso del destino, que el Mundial este empecemos a vivirlo justamente aquí, dónde cerramos aquel. Y que nos demos el gusto íntimo de repetir ritos de hace cuatro años: tomar un café en el mismo local de siepre frente a la inmensidad de los andenes de la Estación Central de Frankfurt, y más tarde pedir el clásico sándwich de mozzarella y tomate con gaseosa naranja que comíamos y tomabamos religiosamente cada mediodía, antes de partir a cada sede, a cada partido, o al centro de prensa, en el local de la vuelta, frente al lugar dónde recordamos que hace cuatro años había una exposición de imágenes de los mundiales, en una galería dónde en la noche del 21 de junio de 2006 asistimos a un inolvidable “picado” improvisado entre hinchas argentinos y holandeses, mucho más divertido que el propio partido que sus seleccionados habían protagonizado horas antes en el estadio de esa ciudad, un híbrido 0 a 0, única vez que fue titular Lionel Messi en el Mundial pasado.
Nos quedamos con ganas de verlo más, tanto como de que Riquelme completara su gran obra del Mundial, que dejaron trunca en el partido con Alemania. Lo pensamos mientras miramos el imponente edificio dónde ya no está la gigantografía de Messi que dominaba su fachada también cuatro años atrás. Ojalá esta vez sí Lio pueda ser el gigante que todos esperamos…

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