De Wembley a Bloemfontein, 44 años después

En el minuto 38 del primer tiempo del gran Alemania - Inglaterra de Bloemfontein del 27 de junio de 2010 se saldó una cuenta pendiente que los mundiales de fútbol tenían "en rojo" desde el 10 de julio de 1966, desde los 10' del suplementario de la final entre británicos y germanos en Wembley. En ese momento estaban 2 a 2, Hurst remató y la pelota dio en el travesaño pero nunca entró. Salvo para el árbitro Dienst, de Suiza. El tanto fue convalidado y después Inglaterra completó la victoria con otro tanto de Hurst para alzarse con la Copa Jules Rimet.
Fue un gol que partió en dos la historia de los mundiales. Todavía se discute. Aunque a partir de ayer la deuda está saldada, los alemanes sonrien con satisfacción, al resto del mundo del fútbol le pasa algo parecido y de ahora en más se hablará de este gol que si fue, y que no fue convalidado, de Inglaterra a Alemania, todo al revés. Efectivamente en el minuto 38' Lampard sacó un remate extraordinario desde afuera del área que pegó en el travesaño y la pelota se metió casi un metro. Increiblemente no lo vio ni el línea ni el árbitro y el gol nunca existió.
El destino no pudo haber sido más preciso y caprichoso a la hora de saldar esa cuenta 44 años después. En aquel Mundial se habló primero de una conspiración consumada en perjuicio de Argentina y Uruguay. Con un árbitro alemán en el Inglaterra 1 - Argentina 0 y uno inglés en la victoria de Alemania sobre Uruguay. De aquella ronda se recuerda la expulsión de Rattín y la afrenta a la alfombra de la reina. Y después llegó la final en la que el gol de Hurst quedó para la posteridad.
Ahora, justamente por esos designios de un destino mundialista prestidigitador, el árbitro responsable del aquel "robo" al revés es justamente un uruguayo, Jorge Larrionda.
En el momento de ese gol de Lampard que se transformó en el escándalo del Mundial de Sudáfrica el partido estaba 2 a 1 para Alemania y ahí pudo haber cambiado la historia. Después se dio un ida y vuelta extraordinario y, al cabo, Alemania mostró todas sus virtudes por las que está merecidamente entre los ocho mejores. Porque, además, da la sensación que está para bastante más que los ocho mejores lugares. con un Mueller intratatable, con el atrevimiento de Oezil, que parece un jugador de potrero argentino.
Más allá de eso lo que parece increíble para cierta idiosincracia es la caballerosidad inglesa en el saludo final de los jugadores para sus contrincantes e incluso para el árbitro, cuando estaba muy claro, no solo por lo visto directamente en la cancha, sino seguramente por lo que les dijeron y quizá también vieron en el entretiempo sobre lo que no fue gol de Lampard solo para la estadística.
Pagaron una deuda que igual no habían contraído ellos. De 44 años atrás. Lo aceptaron como lores ingleses.

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