Sudáfrica “nos metió la mula”

Un sudafricano blanco, muerto por un paro cardíaco, tras varios episodios de intensas convulsiones por explosión interna de carga de cocaína que transportaba en su cuerpo, de los que fuímos testigos muy cercanos tres periodistas en viaje al Mundial de fútbol, no solo provocó que la llegada a la Copa tuviera una impensada escala de un día en la tierra del anterior campeonato ecuménico, sino además, y fundamentalmente, secuelas de todo tipo en el pasaje, tanto que las autoridades de la empresa Lufthansa nos recibieron en Frankfurt junto a especialistas en atención psicológica.
Ya desde el vamos no se trataba de un viaje corto y directo como, por ejemplo, el de algunos “barras” argentinos (estos, y los que viajan desde 86, “desde que tienen relación con Maradona y Bilardo”, de acuerdo a lo que reafirmó Julio Grondona) que llegaron a Johannesburgo y Pretoria en un santiamén.
Concretamente, por la gran demanda próxima a la fecha del Mundial, y por el bloqueo que determinadas agencias (entre ellas alguna “socia” de la AFA ) hacen de los vuelos directos de South African Airway y Malasya Airlines, Guillermo Blanco (Secretaría de Deportes de la Nación , director de DeporTEA), Daniel Mollo (Radio América, Radio Mitre, Magazine TV) y quien esto escribe viajamos rumbo al Mundial vía Europa, con más del doble de trayecto, en el vuelo 511 de Lufthansa, Buenos Aires – Frankfurt, para enlazar con el 2050 de SA, para el tramo Frankfurt – Johannesburgo.
El vuelo partió puntualmente desde Buenos Aires el sábado 5 de junio a las 20.55, debía llegar a Frankfurt a las 15 (hora de Alemania) del domingo 6, para partir a las 20.45 rumbo a Johannesburgo, es decir, con más de cinco de horas previstas originalmente de espera en el Aeropuerto de esta ciudad germana.
Cuando el mapa del itinerario de viaje de la pantalla mostró que el avión que superaba la línea continental para internarse sobre el Atlántico, después del paso por Brasil, empezamos a ver movimientos desesperados de un pasajero que se ubicaba en la calle central de la nave, solo dos filas adelante nuestro, al costado, a no más de dos metros de distancia. Enseguida llamamos a la tripulación, rapidamente se pidió la asistencia de un médico que pudiera encontrarse entre el pasaje, y en menos de un minuto apareció uno, y dos minutos más tarde otro profesional. Las convulsiones y los temblores fueron creciendo, quienes estabamos a los costados ya no teníamos permitido acercarnos (más allá de las propias dificultades físicas que sufrimos algunos por el impacto de la situación, ya que de inmediato se notó que se trataba de una escena de lucha por la vida misma) y entre cuatro personas no podían detener los movimientos del sujeto.
En resumen, estos episodios se repitieron dos veces más, con cada vez más carga de dramatismo, con los médicos revisando desesperadamente el botiquín de a bordo para ver con que elementos contaban. Uno preparó y aplicó dos inyecciones. El otro hizo cortes en el brazo, casi como de pequeña intervención quirúrgica “a sangre viva”. Finalmente, el hombre en cuestión fue bajado entre varios hacia el piso del pasillo, detrás de la cortina de la tripulación. Allí pudimos observar ya desesperadas maniobras de resucitación.
Pasaron varios minutos. No hubo reacciones fuera de lugar. Sí un tenso silencio. Y comentarios por lo bajo. Se dudaba sobre la vida del afectado. Al rato el capitán anuncia, por altoparlantes, en tres idiomas (alemán, inglés, español) que decidió regresar hacia el continente e intentar aterrizar en Recife, Brasil, “por una persona que esta muy enferma y de quien se intentará salvar su vida”. Sin ocultar información, el mapa de la pantalla mostraba que el dibujito del avión ya estaba próximo a suelo africano, a la altura de Dakar, para luego pasar a Europa. Nadie se quejó. El valor de una vida supera cualquier dificultad, cualquier conexión, cualquier historia, incluso las de los propios médicos que seguramente tenían que llegar a destino a tiempo por determinada circunstancia y que hicieron lo imposible para ayudar.
Después de un aterrizaje forzozo y realmente traumático en una pista demasiado corta para el porte de la nave en la que viajabamos, y aproximadamente una hora después de espera en suelo brasileño el capitán volvió a tomar el micrófono y sin ningún ocultamiento “políticamente correcto” dio la información oficial, cruda y contundente: “La persona a la que se asistió y por la cuál el vuelo volvió sobre su camino, falleció, y como se le encontró gran cantidad de cocaína, ya arribó el cónsul alemán al lugar y se esperan los peritajes de la Policía Federal Científica brasileña y el resto de los trámites pertinentes. Pero, además, estamos a la espera de un turno, detrás de otros aviones, para el reaprovisionamiento de combustible”
Todo fue muy fuerte, demasiado. Hasta la imagen que pudimos observar de la policía bajaba el cuerpo en una bolsa y, lo peor, como esa bolsa fue dejada en el piso, casi como abandonada, durante un buen rato, debajo del ala derecha de la nave, debajo de la ventanilla de nuestra fila de asientos.
Fueron ¡siete horas varados en Recife! y al cabo de un viaje de más de 22 horas, en el arribo a Frankfurt, el capitán agradeció “la madurez y la tranquilidad” del pasaje, aunque anunció lo de la atención psicológica al bajar al aeropuerto. Entre todos los que se portaron muy bien, pese al dramatismo de la situación, vale destacar a un bebé, que originalmente estaba con sus padres en la fila de adelante del pasajero fallecido y que luego fue trasladado a otro sector y de quien no se escuchó ni un solo llanto.
Todavía ahora, casi 24 horas después, en hotel 5 estrellas de Frankfurt que puso la compañía para esperar un nuevo vuelo a Johannesburgo en la noche del lunes, no nos podemos sacar de la cabeza esas imágenes y esos momentos.
Finalmente se supo que “la mula” se trataba de un pasajero sudafricano de 33 años, quien, vía Argentina, viajaba a Dublín. No solo se encontró cocaína en su cuerpo. También en el equipaje de mano, y en el análisis químico del pasaporte. La droga en vuelo, y siempre, mata.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Wow, increible el relato. La verdad es una situación muy fea la que vivieron, además de la perdida humana y del viaje interminable, pero no deja de tener ese rasgo de interés la interminable historia del tráfico de estupefacientes en vuelos internacionales, con personas que arriesgan su vida por ésto, y bueno, este fue un ejemplo. Un afectuoso saludo desde Buenos Aires, y que finalmente la estadía en Sudáfrica no les depare mayores inconvenientes.

karina dijo...

Guuuauuuu... Siempre Vito con la palabra justa... Besoos, borrón, centa nueva y a disfrutar!!!!!!

Gabriel dijo...

Excelente historia y mejor narrada imposible! Saludos

Ale Cuenllas dijo...

Qué momento!! Mi Dios, lo que te tocó vivir!!! Por suerte, todo solucionado... aunque supongo que será dificil olvidar las duras imagenes de eso!!!! Cuidate mucho, disfrutá y vivi el Mundial a pleno!!!! Beso grande!!

Anónimo dijo...

Yo fui pasajero de ese vuelo y estaba casi en la parte trasera del avion, a escasas 10 filas de lo sucedido, y me gustaria hacer un comentario, ese pasajero paso por el control de Ezeiza sin que nadie se diera cuenta.....no existe un scanner para los que salen, tampoco la cia.aerea dispone de alguno cuando abordas el avion ?? ....que seguridades tenemos los pasajeros.....gracias.-

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